Un proyecto importante
Conozco el proyecto de adaptar a la escena viva las Novelas Ejemplares de Cervantes, a través de escrituras contemporáneas diferentes, desde que me habló de ello Ricardo Ramón en una de mis vistas a Buenos Aires. Como todos los proyectos, que para algunos pueden parecer utópicos o irrealizables, pienso que cuando existe una gestión obstinada y apasionada siempre pueden llevarse a buen término estas propuestas. Sobre todo aquellos que se salen de los caminos ya trillados y transitados mil veces.
Que el proyecto haya tenido continuidad y esté en un periodo tan avanzado de acciones realizadas, escrituras terminadas y espectáculos ya comprometidos es todo un signo de cómo se ha trabajado, con paciencia e inteligencia, para sacar adelante este empeño.
En el material de origen cervantino, aunque este sea profundamente narrativo, es curioso cómo podemos encontrar líneas argumentales y personajes de muy distinto tipo que podríamos ya señalar con el concepto de “teatrales”. Y quizás porque Don Miguel siempre estuvo obsesionado con triunfar en el teatro pero, curiosamente, sus obras específicamente escénicas no tuvieron, ni de lejos, el éxito que Lope de Vega y muchos de sus seguidores obtenían en los diferentes corrales de la Corte.
Cierto que ya son muchos los estudios sobre Cervantes y la escena, pero aún quedan sombras que siempre serán difíciles de explicar dado que la Historia suele contarse desde los triunfadores y los estudios y datos son mucho mayores para algunos poetas (como se llamaba a los dramaturgos) que para aquellos que no gozaron del fervor de la época. Aún hoy, si comparamos las puestas en escena de Lope, Calderón, Tirso, Rojas Zorrilla o Ruiz de Alarcón, veremos que son muchísimo más numerosas que las dedicadas a las piezas cervantinas. Aunque también sigue siendo muy curioso que sea El Quijote, otra novela referencial y mítica, la que tenga el mayor número de adaptaciones teatrales en todo el mundo.
Cierto que La tragedia de Numancia ha tenido gran repercusión por sus puestas en escena y adaptaciones a situaciones históricas similares a las que trata Don Miguel o que sus entremeses se representen continuamente en la escena española de una manera constante, abarcando montajes de grandes directores hasta numerosas compañías independientes y de aficionados que las asumen en sus repertorios con gran frecuencia. Pero, para muchos estudiosos, los entremeses sigue siendo “un género menor”.
Así pues, si tenemos en la producción cervantina un paradigma teatral de género, como son los entremeses, y una figura hiperteatral como El Quijote de la que se han hecho adaptaciones teatrales, diversas óperas en diversas épocas, ballets de gran fama, así como un buen número de películas, ¿por qué no se le considera como insigne comediógrafo? Se podría decir que Lope también escribió novelas, pero apenas se le asume como genio en ese género, por lo que quizás me atrevería a decir que, a veces, los eruditos y curiosos crean corralitos muy cerrados a la hora de establecer sus criterios. Y, no tengo duda, que las obras teatrales que conozco de Cervantes (sus comedias y sus tragedias) estaban fuera de la moda que el público y los empresarios (llamados entonces “autores”) querían para los corrales de la época. Me imagino, también, que el propio carácter de Cervantes, muy alejado de lo mundano cotidiano le hacía parecer lo que hoy podríamos llamar “autor maldito” para los círculos dominantes.
Ya en El Quijote lanza algunas reflexiones sobre el teatro y en una comedia titulada El rufián dichoso, dos de sus personajes hablan de las novedades que incluye el propio autor para acercarse al gran público. Tal vez tomaba conciencia de que sus obras teatrales eran excesivamente “experimentales” (ya sé que nunca se conceptuaría así en la época) en aquellos tiempos de creación dramatúrgica tan vinculadas a las formas que Lope expresaba en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo.
Como se ha estudiado en muchas ocasiones (por ejemplo, el excelente trabajo de Ana Roig Hernández de la Universidad de Valencia), son muchas las alusiones que Cervantes hace sobre el teatro de su época a lo largo de las páginas de El Quijote. Es curiosa una, entre muchas, de sus reflexiones:
“Y no tienen culpa desto los poetas que las componen, porque algunos de ellos que conocen muy bien lo que yerran, y saben extremadamente lo que deben hacer, pero como las comedias se han hecho mercadería vendible; y así el poeta procura acomodarse con lo que el representante que le ha de pagar su obra le pide. Y que esto sea verdad véase por muchas e infinitas comedias que ha compuesto un felicísimo ingenio de estos reinos, con tanta gala, tanto donaire, con tan elegante verso, con tan buenas razones, con tan graves sentencias y, finalmente, tan llenas de elocución y alteza de estilo, que tiene el mundo lleno de su fama; y por querer acomodarse al gusto de los representantes, no han llegado todas, como han llegado algunas, al punto de la perfección que requieren”.
Leyendo hoy estas palabras de Cervantes no nos puede dejar de impactar que el autor está poniendo el eje del debate en un tema de tanto calado como es el del “teatro como mercancía” versus “el teatro como bien cultural”
O esta otra, muy curiosa, sobre la concepción de los tiempos y espacios en una obra teatral, que hoy sin embargo nos parecía extraña desde las teorías de la deconstrucción y las vanguardias históricas, pero que para su tiempo podría tener todo el sentido:
“¿Qué diré, pues de la observancia que guardan en los tiempos en que pueden suceder o podían suceder las acciones que representan, sino que he visto comedia que en la primera jornada comenzó en Europa, la segunda en Asia, la tercera se acabó en África, y aún, si fuera de cuatro jornadas, la cuarta acabará en América, y así, se hubiera hecho en todas las cuatro partes del mundo?”
Cervantes es, sin duda, un ser contradictorio en cuanto al teatro se refiere. Por una parte, conservador y, por otra renovador incomprendido. Lo que es cierto es que a los autores hay que analizarlos en el contexto histórico y social de su tiempo e intentar equiparar el mundo del Barroco con las renovaciones escénicas del siglo XXI me parece un tanto arriesgado.
Lo importante del proyecto del encargo de la reescritura escénica, a partir de las Novelas ejemplares de Cervantes, no es solo hacer un homenaje a tan gran autor, sino hacer de su material un disparador de propuestas capaces de interesar y seducir a un espectador de hoy. Dejemos las cuestiones eruditas para congresos y seminarios.
Aprovechando la invitación para realizar estas reflexiones sobre los materiales que se han ido desarrollando a lo largo del tiempo, por los diferentes dramaturgos elegidos, debo señalar como se ha creado una cartografía muy interesante dada la importancia de la diversidad de estilos, estrategias de escrituras y procedimientos formales que cada una y cada uno de ellos han seguido para llegar a su resultado textual.
Aprovechando la lectura de estos textos me entraron ganas inmediatas de remitirme a la novela correspondiente, y quizás algo interesante, revisar algunas de las obras teatrales escritas por Cervantes y que él siempre creyó mayores, aunque no hayan trascendido a su época.
Excluyo, como ya he dicho los entremeses, La Comedia del cerco de Numancia, Pedro de Urdemalas y La gran sultana, que sí han formado parte de determinados repertorios en las compañías dedicadas a poner en escena clásicos del Siglo de Oro.
Pero ¿quién se acuerda hoy de La gran sultana Doña Catalina de Oviedo, El laberinto del amor, La entretenida, El gallardo español, La casa de los celos y Selvas de Ardenia o El rufián dichoso , por no hablar, desgraciadamente, de alguna de sus obras desaparecidas?
No dejo de pensar como lo importante de un clásico es que, más allá del tiempo e, incluso, la forma de su escritura, sus obras nos sigan remitiendo a mundos y conflictos actuales para que, desde lenguajes de hoy, podamos seguir trasmitiendo su pálpito a estos ciudadanos que siguen transitando pasiones y pulsiones, dramas y comedias, amores y desamores, catástrofes y satisfacciones similares a las que padecían aquellos, nuestros antecesores.
El encargo de estas nuevas lecturas actuales para una escena de hoy se ha realizado, baste ver la selección, desde una mirada amplia de formas y modos de entender la dramaturgia. Autoras y autores de las dos orillas, de sensibilidades distintas a la hora de abordar estructuras dramáticas o temáticas personales, pero en los que no cabe duda que existe una fuerte personalidad creativa a la hora de abordar su escritura personal. En este proyecto debieron confrontarlo con la poderosa palabra de un genio, pero han sabido utilizar la propuesta para realizar un discurso propio y no dedicarse a hacer hagiografía o simple traslación de la “trama” del material cervantino. Son obras muy distintas, y que en la mayoría de los casos sobrepasa el término de adaptación para convertirse en obra autónoma. Por supuesto, es también un proyecto que puede y, ojalá llegue a abrirlo, un debate sobre qué, cómo y por qué acercarse continuamente a los clásicos. ¿Hay que venerarlos? ¿Hay que destruirlos? ¿Hay que contaminarse de sus posibles lecciones o hay que renegar de su herencia? ¿Hay que demonizarlos o hay que llevarlos a los altares? Creo que depende de cada caso, de cada experiencia y, sobre todo de la libertad artística para afrontar el reto que nos presentan.
Cada autor de este proyecto tendrá su idea y su decisión artística que, a la larga se convierte también en una decisión ética. Leamos sus textos, veamos sus puestas en escena sin prejuicios, con la mirada abierta ante un mundo de sugerencias en las que la libertad de escritura ha sido una nota dominante. Sus nombres y sus trayectorias abalan este proyecto. Ariel Farace, Maruja Bustamante, Josep María Miró, Laila Ripoll, Pablo Fidalgo, Román Podolsky, Diego Faturo, Juan Mayorga, José Padilla. Yoska Lázaro, Luis Cano, Santiago Loza, Gastón Borges, Carlos Liscano, Angie Oña, Verónica Perotta, Carlos Manuel Valera… una selección de excelencia, de claro compromiso con una escena actual y con la convicción de que el teatro está muy lejos de ser un arte de otro tiempo, si no una carga que puede, incluso, llegar a ser explosiva en estos tiempos de incertidumbre y desasosiego.