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PERSONAJES

ROSA/FELISA

MARUJA/ESTEFANÍA

PICO/LUIS

PEDRO/FRANCISCO

DE MENDOZA/RELATOR

PEPE/RODOLFO

ESTELA/LEOCADIA

QUIQUE

MARGARITA

 

 

La década del cincuenta. La acción transcurre en un estudio de radio con las características de la época. A foro, una pequeña ventana, trasluce la figura del operador. En un lateral, la luz roja con el cartelito EN EL AIRE, está apagada. Un piano ya viejo, intenta sobrevivir con su taburete giratorio. Sillas varias. Un marco con una puerta de madera, una bandeja con grava, dos cocos vacíos, algunas copas, un botellón con agua, papel celofán, y otros elementos artesanales que serán requeridos para sonidos específicos. En el medio del estudio, el micrófono marca el espacio que ocuparán los actores durante la trasmisión o grabación del radioteatro. La luz cae sobre la figura de Maruja, sentada, con un libreto en una mano y un pañuelito en la otra, mientras lee y seca las lágrimas que asoman en sus ojos lánguidos.

La luz se amplía de a poco, mientras Maruja intenta recuperarse. Entra Rosa.

ROSA: Ya veo, querés la medalla a la disciplina.

MARUJA: Es mi costumbre llegar media hora antes. Cuando ensayábamos aquel paso, en la escuela, para fin de año, yo era la…

ROSA: (Mientras cuelga su abrigo en el perchero.) –Ya me lo contaste. Pero aquí estamos en la radio y… (Ahora se detiene a observarla.) – ¿Qué te pasa? ¿Estás llorando?

MARUJA: No… no… es que…

ROSA: Es que sos obsesiva, ya sé. La obsesiva sensible. Ay Dios, ¡cuántas eses juntas! ¡Sos un trabalenguas andante!

MARUJA: Lloré, sí. (Con rabia, golpeando el libreto.) –Esta historia me conmovió.

ROSA: Es conmovedora, no lo niego. Y lacrimógena.

MARUJA: ¿Quién la eligió? ¿Por qué no hacemos Numancia o algún entremés?

ROSA: Peor. Con Numancia nos rasgaríamos las vestiduras y con los otros, nos tentaríamos durante la trasmisión.

MARUJA: Sí, tenés razón.

ROSA: Ya conocés a Pedro con su manía de morcillear… No creo que el señor De Mendoza logre contenerlo. Y además, el melodrama es la carta de triunfo de la radio. Hay que evitar los extremos.

MARUJA: Sí, no me caen bien los extremos. No soy nada extremista.

ROSA: Sonó algo político.

MARUJA: Siempre meto la pata.

ROSA: Cuidá tu lengua.

MARUJA: La lectura de ayer fue macabra.

ROSA: De Mendoza permite ese cóctel de opiniones para luego florearse con el método.

MARUJA: No está mal ese método nuevo aunque todavía no lo entiendo del todo.

ROSA: Boca chiusa. Ya sabés que una palabra suele desatar la guerra.

MARUJA: Estoy harta de enfrentamientos absurdos.

ROSA: Cuidado. Allá vienen. Recién los vi en el café de la esquina.

MARUJA: ¿Juntos?

Se escuchan voces. Entran Pico y Pedro embarcados en una feroz discusión.

PICO: ¡Basta! ¡Basta! ¡No lo defiendas! ¡Oculta su pasado!

PEDRO: ¡Te equivocás! ¡Ensuciás el nombre del señor De Mendoza!

PICO: ¡Estuvo varios años en España! ¡¿Colaborando con quién?!

PEDRO: ¡Es especialista en teatro ruso!

PICO: ¡Miente! ¡No sabe un pito de Chejov! ¡No leyó sus obras, estoy seguro! ¡Lo del teatro ruso es una mentira de este falangista!

PEDRO: ¡Ni que hubiera ejecutado a Lorca!

PICO: ¡Tal vez alguno de su familia anduvo en ese complot!

PEDRO: Pero si su familia vive aquí!

PICO: ¡Su apellido De Mendoza: me suena mal!

PEDRO: ¡Pero si fue novio de Margarita Xirgu!

PICO: Ya ves, ¡ella está aquí y no lo recibe!

PEDRO: Se vino tras ella y sigue rechazándolo. Esa mujer tiene el corazón muy frío.

PICO: ¡Por algo lo rechaza!

ROSA: ¡Basta! ¡¡Por Dios!!

MARUJA: ¿Me permiten?

Un silencio. Hay una tregua.

PICO: Perdón, señorita Maruja, nos dejamos llevar por… la pasión.

MARUJA: Bueno a eso quería referirme. Para qué discutir. Una mujer ama y deja de amar.

PICO: No lo dudo. Y algunas no aman nunca.

PEDRO: Es una mentira, siempre aman y a veces lo esconden.

ROSA: La guerra y el amor cambian las cabezas… Tal vez la Xirgu ahora…

PEDRO: Eso quería hacerle entender.

ROSA: (Sonríe.) –La guerra politizó todo, ¿eh? Y ustedes se prenden siempre del mismo hueso.

PEDRO: ¿Nos trata de perros?

ROSA: Se ladran demasiado cuando están juntos.

Ellas ríen. Una dice algo en la oreja de otra. Nuevas risas de ambas.

PEDRO: ¿Qué traman? ¡Mirá cómo cuchichean las muy zorras!

ROSA: ¿Qué dijo ese grosero?

PICO: No le hagas caso. Hay un largo camino de su azotea a su lengua.

MARUJA: ¡Nos ofendió!

ROSA: Esa palabra tiene una connotación ofensiva.

PEDRO: ¡Pues ustedes están muy bien «connotadas»! (Hace un gesto obsceno.)

ROSA: Hablemos claro. «Dotadas», dirás.

PEDRO: (Con una risita.) –A buen entendedor…

ROSA: Somos actrices y mujeres decentes. ¿O pensás que nuestro oficio nos transforma en otra cosa?

PICO: ¡Los prejuicios! Esa lápida aniquila la moral.

PEDRO: ¡Ya saltó el de los pleitos perdidos!

PICO: ¡Ja! Representás muy bien a la sociedad de hoy.

PEDRO: ¿Es un halago? Mirá: yo soy auténtico. No hablo por boca de un abuelo anarquista.

PICO: Lo dice alguien que ni siquiera se atreve a ser fascista.

ROSA: ¡Último round! ¿Escucharon la campana?

MARUJA: ¡Paz en el mundo!

PEDRO: Las muy… «santas» llegaron temprano. ¿Hay algún chisme?

ROSA: Ninguno.

PICO: ¿Qué les pareció el libreto? Los papeles son jugosos, ¿eh?

MARUJA: La historia me encanta. Es tierna.

PICO: Y severa en su crítica a una sociedad que esconde todo.

PEDRO: No le busquemos cinco pies al gato. Una historia de amor jodida, poco creíble.

PICO: Tal vez podríamos dotarla de un aura más romántica, más actual.

Va hacia el piano. Juega un instante con las teclas y luego comienza a tocar el leimotiv de Casablanca. Rosa va hacia él y se acoda en el piano.

ROSA: (Sonríe.) –Sos irresistible cuando mostrás tu lado romántico.

PICO: Un viudo no abandona la Olimpiada de la vida.

ROSA: ¡Ingrid!…

MARUJA: ¡Humphrey!

Sigue tocando y luego rubrica los acordes en forma exagerada. De Mendoza ha entrado y contempla la escena sin entender.

DE MENDOZA: ¿Qué ocurre? ¿A qué se debe esta escena?

MARUJA: Nuestro inspirado Pico sugirió para lo nuestro una música más actual.

DE MENDOZA: (Cortándola.) – ¿Qué música?

PICO: La música de un clásico: Casablanca. ¡No es poco, ¿verdad?!

DE MENDOZA: ¡Joder! Casablanca, claro, por eso me parecía archiconocida. Demasiado manoseada para usar en un proyecto artístico como éste.

ROSA: ¿Le parece?

DE MENDOZA: Tengo además una buena noticia. En el estudio de al lado está Estela Ortiz.

ROSA: (Asoma su rabia.) – ¿La alumna de Margarita?

MARUJA: ¿En el estudio de al lado?

DE MENDOZA: Sí, se quedó haciendo ejercicios de voz.

PEDRO: Según cuentan es una chica maravillosa y muy joven.

PICO: ¿La dilecta alumna de Margarita?

DE MENDOZA: Margarita me la recomendó muy especialmente. Dice que es un diamante a pulir.

ROSA: Debió enviarla ya pulida.

DE MENDOZA: Margarita me asegura que leyó el libreto con ella y le marcó tono por tono.

ROSA: (A Maruja, más bajo.) – ¡Estamos perdidos!

MARUJA: ¡Hundidos!

DE MENDOZA: ¡No hablen entre dientes!

MARUJA: Gracias a Dios los conservamos, ¡pese a nuestro oficio!

PICO: Ah, sí, es un gremio maltratado. No se gana nada con el arte.

DE MENDOZA: Bien. No me gustó lo que entendí. Este medio ha cambiado poco. La envidia sigue viva, alimentando la mediocridad, destruyendo la posibilidad del trabajo en equipo.

ROSA: Pues entendió mal. Hace semanas que ensayamos y ahora aparece una señorita que nunca hizo radio y con la que jamás nos vimos. ¿Es esto un equipo?

DE MENDOZA: ¡No pienso dar explicaciones! (Sale.)

PEDRO: Algo de razón tiene. Y además, fue contratado para llevar esto adelante.

PICO: Lo cierto es que la Xirgu sigue en contacto con él.

MARUJA: Y consigue acomodar a su protegida.

ROSA: ¿No le basta con la Comedia Nacional? Ahí está ensayando ese Shakespeare famoso, el del tipo que llega al trono con la ayuda de su malvada esposa… (Se vuelve, intenta interpretar unas líneas.) «¡Venid a mí espíritus asesinos! ¡Cambiadme de sexo y cerrad en mi todo acceso a la piedad! ¡Venid a mis pechos maternales y cambiad mi leche en hiel!…»

MARUJA: ¡Basta! ¡No sigas! (Cruza los dedos.) –Esa obra es mufa.

PICO: ¿Por qué no volvés al teatro? Me parece que ganas no te faltan.

ROSA: ¿Y quién prepara la cena? Con mi hija no es fácil. Está en esa edad flotante. Sobre todo después de perder a su padre. Pobrecito Mario…

PICO: Cobarde. Me parece que te olvidás de las veces que venías con anteojos negros.

ROSA: No seas venenoso.

PEDRO: Las mujeres son adictas a la amnesia…

MARUJA: (Después de una pausa.)  – ¿Vale la pena, Rosa?

ROSA: ¿Qué?

MARUJA: Vos sabés.

Un silencio. Ellas se miran.

PEPE: (Entrando con su sonrisa seductora.)  –Acabo de conocer al bocato di cardenale. Voló de su jaulita de oro hasta aquí. (Emboca su sombrero en el perchero.) –Está al lado, deslumbrando a nuestro director con sus gorjeos.

ROSA: Los llama ejercicios vocales.

PEPE: De Mendoza parece interesado en enseñarle ciertos ejercicios corporales.

MARUJA: Llegás tarde, como siempre.

PEPE: Esta vez el dire no pareció notarlo.

MARUJA: Quiere arrebatarte tu papel favorito.

PEPE: ¿Qué papel?

MARUJA: El de galán, querido, el único que sabrás hacer hasta tu muerte.

PEPE: ¿Estás celosa?

MARUJA: No sos Pepe el Romano. Te equivocaste de obra.

PEPE: No tengo parientes en Roma.

MARUJA: (Con una risita.) –Lo imaginaba.

PEPE: De Mendoza pierde el tiempo; yo voy a entretener a esa paloma.

PICO: Un hombre debe abstenerse de comentarios semejantes.

PEDRO: ¿Es bonita?

PEPE: Un sol, sin duda… con dos lunas muy llenas.

ROSA: Veo que te volviste un poco poeta.

PEPE: No seré aquel gladiador de Roma pero soy éste que da pelea.

MARUJA: No se puede ganar ninguna pelea así, con tan poco aquí arriba. (Toca su cabeza.)

PEPE: Se ganan todas con lo mucho que tengo aquí abajo. (Toca su bragueta.)

ROSA: No pierdas el tiempo. No le expliques nada, Maruja.

PICO: Vamos, un hombre debe comportarse.

PEDRO: ¡En esto coincido!

ROSA: ¡Quién habla!

Entra De Mendoza seguido de Estela Ortiz.

DE MENDOZA: Aquí estamos. Nos demoramos hablando del enfoque general. Hablé también con Quique, nuestro técnico, y aportó su granito de arena con una música muy apropiada.

PICO: (Irónico.) –Es un día milagroso. Perdón, la señorita es…

DE MENDOZA: Ah, fue tan inesperado el aporte de Quique y la coincidencia de opiniones durante nuestra charla que… (Mira deslumbrado a Estela.) –Disculpen. Ella es la señorita Estela Ortiz, la dilecta alumna de Margarita.

PEPE: Ya fui iluminado por su belleza. (Esboza una reverencia.)

DE MENDOZA: Como verás, Pepe ya está metido en el texto.

Los otros se acercan a saludarla. Pedro y Pico son más efusivos que las mujeres.

MARUJA: Es muy joven. ¿Tiene experiencia en radio?

ESTELA: Lo mío es el teatro. Lo clásico. Lorca, Lope… Algo para minorías exquisitas, de sensibilidad particular.

MARUJA: Entiendo.

ROSA: (Irónica.) –Me encanta Lope, llega mucho al pueblo.

PICO: Con un mensaje siempre vigente. Ahí también hay gente exquisita.

PEDRO: Y Cervantes no le va en zaga. Del Caballero andante a esta novela ejemplar que da el ejemplo. Y esa metáfora sobre la sangre. No olvidemos la sangre.

ESTELA: Y el amor.

DE  MENDOZA: El amor y la pasión.

ESTELA: ¿Es la pasión o el romanticismo? Sólo una romántica puede amar a un desconocido.

Desde la cabina llega la voz de Quique.

VOZ: ¿Están prontos? Espero su seña, señor De Mendoza.

DE MENDOZA: Aquí vamos. ¡Cuando quieras!

Todos abren sus libretos. Breve silencio.

PICO: ¿No necesitaremos una lectura para integrar a la señorita?

MARUJA: Nosotros hicimos cinco ensayos, señor De Mendoza.

PEPE: Pero nunca nos vimos a los ojos con Estela y un actor necesita de la mirada del otro.

ROSA: Será mejor que mires el libreto para no perderte.

DE MENDOZA: Concentrémonos. Una nueva voz refrescará la versión, los diálogos serán más espontáneos. Ya verán. Concentrémonos.

ROSA: ¡Dios! Falta alguien… (Mira hacia todos lados.) – ¿Y nuestro relator?

DE MENDOZA: El señor Boni está con gripe, así que yo haré los relatos.

ESTELA: Su voz grave dará un buen clima, ¿no lo creen?

ROSA: El señor Boni nunca falta. Deberíamos esperarlo.

DE MENDOZA: ¡Imposible! La señorita Ortiz tiene sólo este día libre, luego debe interpretar una de las brujas en….

ROSA: (Grita.) – ¡No la nombre! (Más bajo, a De Mendoza.) –Es mufa.

DE MENDOZA: En fin… sigamos con lo nuestro.

VOZ DE CABINA: ¿Largamos?

DE MENDOZA: Concentrémonos. No olviden poner el cuerpo y la voz al servicio de este texto inigualable. Si bien nadie nos ve, el cuerpo acompaña a la voz. No olviden apelar a la memoria emotiva.  Esos personajes están en la vida. Busquen en sus recuerdos, revuelvan en sus emociones de ayer…

ESTELA: ¡Su método es alucinante!

DE MENDOZA: ¡El cuerpo habla!

ROSA: (Bajo.) –El micrófono no registra esa voz.

DE MENDOZA: La voz, el cuerpo, nuestro interior. ¡Todo habla!

ESTELA: ¿No es alucinante?

MARUJA: ¿La Xirgu está de acuerdo?

DE MENDOZA: ¡Lancémonos a la experiencia sin prejuicios! Este día pasará a la historia del arte dramático. Vamos, ¡largamos ya! ¡Adelante!

Levanta su brazo, hace la señal convenida.

Entra la música. Levanta y queda de fondo durante la presentación.

Desde adentro, ya grabado:

VOZ: Radio Montevideo presenta al cuadro filodramático de Miguel de Mendoza en…

Golpe Musical.

VOZ: ¡La fuerza de la sangre!

Nuevo golpe musical.

VOZ: Adaptación de la Novela ejemplar de Cervantes de Tomás Azuela.

Sube la música y esfuma.

DE MENDOZA/ RELATOR: Toledo. Una noche de verano, volvían de un paseo por el río un buen Hidalgo con su mujer y su hija de apenas dieciséis años. El aire era cálido y armonioso, la noche cálida. Venían caminando sin prisa, sin pensar en las desdichas que podían sucederles.

Pedro se ha encargado del sonido. Ha puesto en suelo una bandeja con pedregullo y camina sobre ella.

ESTELA/ LEOCADIA: ¿Viste la luna, papá? Parece caminar dentro del río.

PICO/ LUIS: Se nos ha hecho tarde, querida.

ROSA/ FELISA: Volveremos mañana más temprano, ¿verdad? Prometo una canasta con una rica merienda.

PICO/ LUIS: ¿Escuchan? Oigo ruidos… creo que son caballos. (Con énfasis, con una mirada a Pepe.) – ¡Son caballos!

Cesan los pasos en grava y con dos cocos ahuecados Pedro, que ha estado distraído, reacciona y hace el galope de los caballos.

ROSA/ FELISA: Mira, se acercan…

Cesa el galope.

PICO/ LUIS: Es cierto. Se han detenido y nos observan.

DE MENDOZA/ RELATOR: En una pequeña loma y no muy lejos, Rodolfo bromeaba con sus amigos en un día de juerga, vino y libertad.

PEPE/ RODOLFO: Y… ¿qué dicen, amigos? ¿Están dispuestos a una nueva travesura? Podemos asustarlos cubriendo nuestra cara con un pañuelo, haciéndonos pasar por bandidos. ¿Qué tal? ¿Qué les parece este juego? Vamos… Los veo muy quietos, como en un letargo. ¡Flojos!.. Vamos, si miran bien descubrirán algo valioso. Bueno… Creo que muy valioso.

DE MENDOZA/ RELATOR: Los ojos habían descubierto la joven figura, el cuerpo iluminado por la luna, el rostro aniñado, los movimientos gráciles. Ahí estaba Leocadia, ahora quieta, algo separada de sus padres, paralizada por el miedo.

PEPE/ RODOLFO: Vamos, flojos, ¡acompáñenme! ¡Con esa niña mi noche será muy feliz!

DE MENDOZA/ RELATOR: Veintidós años, una necesidad de aventuras, una llama que lo devora… Los otros dos, también jóvenes, insolentes, dispuestos, como él, a hacer cosas que desdecían su sangre y educación ilustre.

PEPE/ RODOLFO: ¡Vamos, vamos ya!  ¡Ayúdenme a robar a la joven! Y luego, flojos, ¡sigan su camino y terminen acabados por la bebida ya que les da más placer!

Música dramática levanta y esfuma

ESTELA/ LEOCADIA: ¿Qué quieren, madre? ¿Se acercan? ¿Qué quieren?

ROSA/ FELISA: Nada bueno, hija.

PICO/ LUIS: Les haré frente. ¡Somos gente de bien! ¡No podrán hacernos anda!

Los caballos se acercan. Voces varias superpuestas. En unas, agitación y miedo. En las otras, violencia.

PICO/ LUIS: ¿Vienen en son de paz?

ROSA/ FELISA: ¡Es mi hija! ¡No la toque!

PICO/ LUIS: Destapen sus rostros, ¡cobardes!

PEPE/ RODOLFO: ¡Quietos! ¡No griten!

ESTELA/ LEOCADIA: ¡Váyanse!

ROSA/ FELISA: ¡Respeten a esta familia! ¡Piedad!

ESTELA/ LEOCADIA: ¡No se acerque! ¡ Qué hace! ¡Aléjese! (Forcejeando.) –¡Suélteme, maldito! ¡Suélteme!

PEPE/ RODOLFO: ¡No te resistas! ¡Es inútil! ¡Ya eres mía!

DE MENDOZA/ RELATOR: En un instante la toma de los brazos y la sube al caballo. Los otros hacen un escudo, protegiéndolo. Y él se aleja al galope sintiendo el deseo de gozarla en esa noche propicia de aire cálido y luna plateada. Detrás quedaban las voces del padre, los gritos de la madre y los amigos, que ya veían lejanas las dos figuras sobre el caballo que corría tan rápido como el deseo de Rodolfo.

Galope de caballo y música dramática que queda de fondo.

PEPE/ RODOLFO: ¡Ya eres mía, ya te tengo! ¡Apenas me acerqué descubrí que tenía que llevarte conmigo! Y ahora, que has dejado de gritar y golpearme, desmayada, en mis brazos, con tu calor contra mi pecho, siento que no puedo dejarte.

Latigazo musical.

Pasos sobre madera. 

PICO/ LUIS: (Acercándose.) – ¿Qué vamos a hacer? Esos malhechores se la llevaron. ¿Qué vamos a hacer sin nuestra hija?

ROSA/ FELISA: ¡Nos arrancaron un pedazo de nuestra vida!

PICO/ LUIS: Ese maldito que la arrastró a sus brazos, tenía la cara también cubierta, como los otros, y sus ropas también eran buenas. ¿Por qué hacer esto? ¿Por qué nos eligieron?

ROSA/ FELISA: El partió con ella, los otros lo ayudaron. Fue él quien nos eligió… por Leocadia. Antes de atacar, cuando estaba más cerca, se detuvo a mirarla y luego algo lo decidió.

PICO/ LUIS: ¿Qué hacer? ¿A quién acudir? Si damos noticia a la justicia tal vez seamos los primeros en publicar nuestra deshonra.

Nuevo latigazo musical.

DE MENDOZA/ RELATOR: Rodolfo había ya dejado en su aposento a Leocadia. Tenía un cuarto apartado en la casa de sus padres, que vivían para atender sus mínimos reclamos. Antes de que volviera de su desmayo, Rodolfo había cumplido su deseo, pues los ímpetus no castos de la mocedad no esperan. Así que después de gozarla, sólo pensó en desprenderse de ella, dejarla así, desmayada, en algún lugar cercano. Estaba en esos pensamientos, cuando escuchó su voz.

Sube música dramática y queda de fondo.

ESTELA/LEOCADIA: ¿Dónde estoy? ¿Qué oscuridad es esta? ¿Yo en cama? ¿Yo lastimada? ¿Dónde estás, madre? Escúchame padre… ¿Quién está ahí, en las sombras? Ah… ya  recuerdo. ¡Que mis ojos no vuelvan a ver la luz del mundo! ¡Que este lugar sea sepultura de mi honra! Tú, que estás en las sombras, acércate que tampoco podré verte. Escucha mi ruego… si tienes corazón… quítame la vida. (Ahoga un sollozo.) –Quítamela, ya que no es bien que la tenga la que no tiene honra. ¿Callas? ¿No te atreves a nada después de tu atrevimiento?

DE MENDOZA/ RELATOR: Confuso y conmovido por las palabras de Leocadia, y como joven poco acostumbrado a lidiar con sus propios arrebatos, escuchaba en silencio a la joven. Se atrevió de pronto a acercarse a ella e intentó tomar su mano, que ella retuvo un instante, para después soltarla y volver a suplicar.

ESTELA/ LEOCADIA: Escucha… yo perdono la ofensa que me has hecho si prometes y juras que como la has cubierto con esta oscuridad, la cubrirás con perpetuo silencio, sin decirla a nadie. Poca recompensa te pido para lo que me has hecho. No he visto tu rostro ni quiero verlo, no quiero guardar en la memoria la imagen del autor de mi daño. Entre mí y mi cielo pasarán mis quejas, sin que las oiga el mundo.

ROSA: (Que no se contiene.) – ¡Absurdo!… ¡Escuchar esto hoy me indigna!

DE MENDOZA: ¡Por Dios! Hay que interrumpir la grabación. (A la cabina, moviendo los dedos «en tijera» y gritando.) – ¡Cortamos, Quique! Nos tomamos un descanso para escuchar a la señora Rosa.

ROSA: Lamento el arrebato. No hubiera querido ser yo, esta vez, la que inicia la protesta.

PEDRO: Andá a protestar en tu casa.

ROSA: Buen compañero, que corta el hilo por lo más fino.

MARUJA: Yo te apoyo, Rosa.

DE MENDOZA: No podemos actualizar en esto a Cervantes. El tema de la honra está también en Lope y en toda la literatura de la época.

PICO: En algún momento los hombres volveremos a soñar con una mujer virgen.

DE MENDOZA: Lo importante, y es lo que la señorita Estela trató de trasmitir, es la violencia del arrebato y el descubrimiento de la violación al despertar en una habitación y una cama desconocidas. Busquemos el acercamiento por el lado de la violación. El sexo sin consentimiento sigue siendo un horror. Cervantes le agrega el tema de la honra que era lo que más pesaba en la época, tal vez porque estos hechos eran menos frecuentes.

MARUJA: O se ocultaban, como lo hace Leocadia.

ESTELA: Es una niña, no sabe qué hacer.

PEPE: Rodolfo lo tiene claro. Nunca dudó.

DE MENDOZA: Hay que buscar en estos personajes la pasión; en definitiva es la pasión, el amor lo que los une; los padres aman a Leocadia, la pasión empuja a Rodolfo, los padres de Rodolfo no piensan más que en hacer feliz a su hijo… Buscar qué se esconde en cada uno de ellos, justificar sus acciones con la interpretación. El método… recordar el método y pensar que aquí, dentro de muy poco se instalará una fonoplatea… y el público estará cerca… un poco más allá del micrófono.

MARUJA: ¡Dios nos ampare!

DE MENDOZA: (Nueva seña a la cabina.) – ¡Retomamos Quique! (Grita.) –Vamos desde el último parlamento de Leocadia! Adelante, Estela, desde «Entre mí y mi cielo…»

Arranca música dramática de fondo.

ESTELA/LEOCADIA: Entre mí y mi cielo pasarán mis quejas, sin querer que las oiga el mundo. Hablo como si tuviera experiencia y aún no llego a los diecisiete años… pero espero que me creas y puedas tenderme ahora una mano…. Así que llévame a la calle o déjame junto a la iglesia mayor, porque desde allí sabré volverme a mi casa. También debes jurar no seguirme, ni preguntar el nombre de mis padres ni el mío. ¡No, no te acerques! Sólo mueve la cabeza, no intentes tocarme. No pretendas más nada. Has tomado mis despojos; desmayada, sólo así pudiste alcanzar lo que te pretendías, no lo intentes nuevamente porque tendrás que matarme.

PEPE/RODOLFO: Déjame pensarlo. Volveré pronto. (Pasos que se alejan. Puerta que se abre y se cierra… Estos sonidos los hará Pepe, que interpreta a Rodolfo.)

DE MENDOZA/ RELATOR: Apenas quedó sola dejó el lecho y anduvo en la oscuridad buscando reconocer el lugar. En un escritorio junto a una ventana vio un crucifijo de plata. Lo tomó y lo escondió en la manga de su ropa. Todos los elementos del aposento revelaban la  riqueza de su dueño. Antes de que pudiera ver más, escucho que su opresor estaba de vuelta.

Sonido: Pepe abre y cierra la puerta.

PEPE/ RODOLFO: Vamos, te dejaré junto a la iglesia.

DE MENDOZA/ RELATOR: La tomó de un brazo, le colocó un pañuelo tapándole los ojos, la llevó hasta el lugar y le advirtió:

PEPE/ RODOLFO: Cuando ya no oigas mis pasos, quítate el pañuelo. Nadie te seguirá. No temas nada.

Golpe musical.

ESTELA/ LEOCADIA: (Acercándose agitada.) –Padre… ¿dónde estás?

ROSA/ FELISA: ¡Oh, Dios! ¡Un  milagro! Luis, ¡nuestra Leocadia estáaquí!

PICO/ LUIS: (Acercándose.) – ¡Leocadia, hija!

ESTELA/ LEOCADIA: Me liberó. (Sollozando.) –Pero ya no soy Leocadia. ¡No soy nadie!

PICO/ LUIS: ¿Robó tu honra?

ESTELA/ LEOCADIA: Padre mío, ¡me sometió hasta mi desmayo! Es un maldito. ¡Pero yo tengo esto! ¡Mira!

PICO/ LUIS: ¡Un crucifijo!

ESTELA/ LEOCADIA: Los sacristanes pueden mostrarlo en sus púlpitos y pedir que se presente quien lo haya perdido.

ROSA/ FELISA: Hija querida, ¡eso es proclamar tu deshonra!

PICO/ LUIS: Mi Leocadia, guárdalo. La verdadera deshonra está en el pecado y la honra en la virtud.

ROSA/ FELISA: Ya estás con nosotros. Calma querida, más lastima una deshonra pública que una pequeña infamia secreta.

Música dramática levanta y esfuma.

DE MENDOZA/ RELATOR: Mientras tanto, Rodolfo sólo pensaba en conocer otras tierras en busca de nuevas aventuras. Sus padres pensaban que un viaje ayudaría a completar su experiencia sobre la vida y sus peligros.

PEDRO/ FRANCISCO: Por supuesto, hijo, apruebo el viaje. Todo se hará a tu gusto.

MARUJA/ ESTEFANIA: (Solloza.) –Te extrañaré hijo.

PEPE/ RODOLFO: No llores. Te escribiré. Regresaré sano y salvo.

PEDRO/ FRANCISCO: Ya verás. Nuestro hijo obtendrá nuevas fuerzas. Las largas peregrinaciones hacen a los hombres discretos y más sabios.

MARUJA/ ESTEFANIA: Ah, Dios, ¡cuánto tiempo con mi corazón en vilo!

Golpe musical.

DE MENDOZA/ RELATOR: Rodolfo comenzó su viaje y Leocadia pronto descubrió  que le convenía vivir retirada y escondida, porque se sintió preñada. Su madre decidió convertirse en su partera. Y cuando nació el niño decidieron ponerle el nombre de su abuelo.

PICO/ LUIS: ¡Qué maravilla, es un ángel!

ROSA/ FELISA: Acércalo al hogar, querida. El calor le hará bien. (Rosa estruja un papel celofán junto al micrófono.)

ESTELA/ LEOCADIA: ¿Dejará de llorar?

ROSA/ FELISA: Ya verás. Luisito se convertirá en un hombre antes de lo imaginado.

ESTELA/ LEOCADIA: Y yo seguiré siendo su tía.

PICO: (Arroja el libreto sobre el piano.) – ¡Joder! ¡Joder! ¿Qué es esto? ¡Madre, partera, niña encarcelada, familia aplastada por los prejuicios, doble moral! ¡Etcétera, etcétera!

MARUJA: Al fin, Pico. ¡Ya estaba por dar un grito!

PICO: ¿Yo soy el protestón?

MARUJA: Esa pobre niña tiene sólo diecisiete años. Ya es madre y está condenada a guardar un secreto terrible. ¿Ni un parlamento sobre su sufrimiento?

PEPE: Otro llantito no venía mal.

PEDRO: Y una moral doble es preferible que ninguna.

PICO: Qué época nefasta… que aún vive en tu cerebro.

PEDRO: La moral es como la Constitución. Un pueblo sin moral se derrumba.

PEPE: (Irónico.) –Y una moral flexible siempre beneficia a algunos.

ROSA: ¡A los sinvergüenzas!

PEDRO: ¿Es un ataque?

ROSA: ¿Te das por aludido?

DE MENDOZA: Por favor, debemos terminar esta grabación… si es que sirve, después de tantas idas  y venidas. Pienso que al adaptarse se han tocado algunas cosillas y eso hace el texto algo barroco….

ROSA: Yo  leí el original. El argumento no está cambiado.

DE MENDOZA: Pero se lo despojó de sus vestiduras.

ROSA: ¿Está desnudo?

DE MENDOZA: Del lenguaje cervantino, querida.

ROSA: Hay que leer más allá.

DE MENDOZA: ¿Vamos a seguir discutiendo?

ROSA: ¡Si al director no le importa!

DE MENDOZA: (Alto.) – ¡Seguimos Quique!

Música levanta y esfuma.

DE MENDOZA/ RELATOR: Luisito creció y al cumplir siete años, antes de que nadie pudiera imaginarlo, el destino lo acercó a su familia paterna.

PEDRO/ FRANCISCO: ¿Qué hace este niño aquí? ¿No ven que se ha caído? Tiene una herida en la cabeza. ¡Vamos…. ayúdame a levantarlo! ¡Hay que llamar a un médico!

Golpe musical.

PEDRO/ FRANCISCO: Estefanía… ven, mira a este niño. Tropezó y cayó a mi lado.

MARUJA/ ESTEFANIA: Tiene sangre en su cabecita… y mira su carita… ¿a quién te recuerda?

PEDRO/FRANCISCO: Dios, es el vivo retrato de nuestro hijo.

Golpe musical.

DE MENDOZA/ RELATOR: No se pierda el próximo capítulo de La fuerza de la sangre. ¿Qué pasará ahora que Luisito está en casa de sus abuelos paternos? ¿Leocadia revelará su verdad? La fuerza de la sangre, el radioteatro imperdible de Radio Alondra.

ESTELA: Ay, qué pena. Yo quería hacer mi monólogo.

ROSA: ¿Cuál de ellos?

ESTELA: Ese en que Leocadia se entera de que su hijo tuvo un accidente y cuando llega a la casa de los padres de Rodolfo, encuentra que Luisito descansa en el dormitorio en el que fue violada.

PICO: Este salpicón romántico tiene muchas puntas.

MARUJA: Es que tiene algo que…

PICO: ¿Qué toca su corazoncito culpable?

MARUJA: ¡Ya ni contigo se puede hablar!

PICO: Es tu día sensible. Uno más.

ESTELA: Señor De Mendoza, ¿no podemos hacer mi monólogo y dejarlo grabado?

ROSA: La estrella ignora lo que es la radio.

DE MENDOZA: ¿Dejar un trozo suelto aquí? Imposible. Te grabarían algo encima. Ahorran cinta.

PEDRO: El director tiene razón. Este trabajo es caótico.

ROSA: Se perderían tus grititos y jadeos.

ESTELA: ¿Qué decís?

ROSA: Esos grititos antes de cada llanto, como si te dieran un pisotón mortal.

ESTELA: Es un insulto. No tienen idea de lo que es el teatro. ¡El verdadero arte! ¡Incultos!

PEDRO: Nos insultó a todos. Te incluyó De Mendoza.

ESTELA: (Toma sus cosas y prepara su salida triunfal. Grita.) – ¡Stanislavsky, Grotowsky, Artaud!

ROSA-MARUJA: (A coro.) – ¡Nazzari, Tolve, Muñoz! Directores de la década del cincuenta de radioteatro.

Un silencio.

PICO: ¿Para qué sirvió esta pequeña estrella burguesa?

DE MENDOZA: Es lo último que esperaba de esta muñequita. ¡Yo soy alguien! Mi peregrinar fue incesante hasta encontrar la verdad del arte. Todo empezó con las plantas maestras del Perú. Ellas me llevaron a Rusia donde me enamoré de una actriz del Teatro de Arte de Moscú. (Él vuelve a callar. Todos se miran entre sí.) –Las plantas… con ellas vi la luz. Ellas me llevaron a muchos lugares… me acercaron a Margarita… con ellas aprendí que las voces se mueven en armonía con los cuerpos, que el pensamiento se enlaza con la expresión de las emociones… y que hay un eco, un sonido en el universo…. (mientras sale en su insólito delirio.) –un camino de luz…

Sale. Todos quedan absortos.

PEPE: (Rompiendo el silencio.) – ¡Basta! ¡Estoy harto de tanta locura!

Van saliendo. Pico y Pedro se preparan.

PICO: (A ellas.) – ¿Vienen a tomar algo con nosotros?

ROSA: ¿Quién quiere con dos peleadores de café?

PICO: Nadie, ya sé.

PEDRO: Mañana la seguimos…

ROSA: Si alguien aparece. (Ellos salen. Rosa toma sus cosas. Maruja parece vencida, desolada.) – ¿Venís? (Silencio.) –Ah, ya veo. Estás pensando en Leocadia. ¿Seguís prendida de un personaje que ni siquiera hiciste? ¿Te pasó algo allá en Buenos Aires? (Silencio.) –Siempre es mejor una infamia secreta que una deshonra pública. (Silencio.) –Ya veo. Cuando quieras hablar llamame.

MARUJA: Gracias.

ROSA: Deberías olvidar…

MARUJA: ¿Quién lo dice?

ROSA: Una segundota que interpreta cualquier papel para sobrevivir.

MARUJA: Sí, una tonta que guarda las cenizas de su marido en una caja de galletitas.

ROSA: ¡Bruta!

MARUJA: Perdoná.

ROSA: Me voy. Tengo que preparar la cena.

Sale. Silencio. Maruja siente la soledad. Se abandona en su silla. De pronto, la figura de una mujer surge de la nada. Avanza hacia ella. Es una mujer pequeña que viste de negro, con ojos centelleantes.

MARGARITA: ¿Estás sola?

MARUJA: Sí.

MARGARITA: ¿Cómo le fue a Estela?

MARUJA: Muy bien. Ella es muy buena.

MARGARITA: Estaba nerviosa. (Va hacia el micrófono.) –Este pequeño artefacto da mucho miedo. (Pausa. La mira y sonríe.) –Tú tienes algo de ella.

MARUJA: Sólo hice teatro en la escuela.

MARGARITA: ¿Nada más?

MARUJA: Y un papelito de Bernarda Alba dirigida por el señor Nazzari.

MARGARITA: ¿Qué papelito?

MARUJA: Adela.

MARGARITA: Papelazo, niña. (Se sienta junto a ella.) – ¿Qué está pasando en tu vida? Te quieres poco, ¿sabes? Apenas te vi, descubrí la máscara de la tragedia. Esas cejas hacia abajo y los ojos… A ver, sonríe. Creo que también puedes hacer comedia. Las dos máscaras parecen estar en ti. Sonríe. Vamos. Ya veo. La boca sonríe pero los ojos no pueden. ¿Qué ocultas, niña?

MARUJA: Nada.

MARGARITA: No mientas. Pareces aquellas mujeres que vagaban por las calles en aquella España, perdida.

MARUJA: No hay nadie muerto.

MARGARITA: ¿No? ¿No tienes a quién buscar? Vamos, ¿qué pena te arrasa? Pareces una mujer que perdió todo. Yo estuve con muchas así. Reconozco esa cara, las huellas de la pena, el dolor de la pérdida de un hijo, de un esposo, de una madre… ¿Qué te falta niña triste?  (Maruja ahoga un sollozo. Margarita la abraza.) –Muchas lloraron sobre mi pecho en Madrid…. antes de perder a mi Federico. Yo andaba por los pueblos, repartiendo comida… y de pronto una mujer salió de un portal oscuro con los ojos desorbitados a preguntarme si había visto a su niño. Entonces la abracé y le dije: No dejes de buscarlo. Él te espera.

Oscuridad.

 

 

Leer la obra original de Miguel de Cervantes:

La fuerza de la sangre