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José se llamaba el padre,

Josefa la mujer,

Y tenían un hijito

Que se llamaba…

(Copla circular que me cantaban mis padres.)

PERSONAJES

RINCÓN

CORTADO

VAPOR (UNA SOMBRA)

 

Luz lívida. Uno se acomoda el cinturón y los zapatos mientras el otro mira con los ojos sin expresión. Después, juntan unas colillas del piso y las fuman.

RINCÓN: (Como un anuncio.) –Pall Mall.

CORTADO: Philip Morris.

Rincón mete la colilla en el bolsillo y encuentra en el bolsillo un hueso puntiagudo, lo mira y se toca un diente; guarda el hueso en el bolsillo. Pausa.

RINCÓN: ¿Y ahora?

CORTADO: ¿Ahora? Cielo, calle. La puerta de los coches que se cierra. Los ladridos ocupan la vereda.

RINCÓN: (Sordo.) –Llegar corriendo me revolvió el estómago.

CORTADO: ¿Adónde íbamos? ¿A buscar un tesoro? (Burlón.) – ¿A cumplir los mandados de mamá y de papá?

RINCÓN: (Se encoge de hombros.) –Nos fuimos. Salimos corriendo… (Hace una seña para detener toda conversación.) –Se me revolvió el estómago. ¿Vamos al baño?

CORTADO: A ver. (Balbucea algo.) –Hagamos acá.

Se acuclillan, concentrados. Pausa.

RINCÓN: (Aparte.) –Yo me pregunto, ¿qué mala suerte nos trajo a este camino?

CORTADO: (Aparte.) –No sé. No lo sé.

RINCÓN: (Pausa.) –Cortado, tengo algo que preguntarte. Nunca te dije. ¿Alguna vez pensaste que tu nombre es una mierda? (Pausa.) –Es decir, ponerle Cortado a un hijo. (Pausa.) –Cortado, poco comunicativo. Es como ponerle a tu hijo un nombre de café. Una mierda.

CORTADO: Rincón, ¿vos cómo te llamás? (Pausa.) –Rincón. (Pausa.) –Es tu nombre, ¿no? Rincón es el ángulo de la habitación. Es así, el rincón…

RINCÓN: Ay, no. No tiene nada que ver con eso. Rincón es mi nombre.

CORTADO: El ángulo de la habitación; el rincón.

RINCÓN: Me causa pena lo que me decís. Rincón es mi apellido y punto. (Se levanta acomodando su ropa.)

CORTADO: Bueno, entonces tu nombre es Rincón y el mío, Cortado. (Se levanta acomodando su ropa.)

RINCÓN: (Hace una seña para detener toda conversación.) –Necesito buscar a Carola. Tenemos que andar, ¿estamos?

CORTADO: Vamos.

Rincón, el pelele de un hombre, camina con esguinces y vaivenes. Canta una canción que acompaña la caminata.

RINCÓN: ¿Qué dice el póster allá, lo ves?

CORTADO: BIEN. Dice  BIEN. (Pausa.) –BIEN. (Se encoge de hombros.)

RINCÓN: (Hace una seña para detener toda conversación.) –No dice nada de Carola. No dice nada de Carola. No avanzamos. No avanzamos.

Rincón canta una canción que acompaña la caminata.

CORTADO: (En voz baja.) –Tengo hambre.

RINCÓN: (Hace una seña para detener toda conversación.) –Necesito. Es decir, tengo necesidad. Lo que necesito es buscar a Carola.

CORTADO: Quiero hablar. (Pausa.) –Mirá esa ropa de marca, mirá esos autos; están llenos de plata. ¿Ellos roban? (Pausa.) –No, venden. Robar no deja, se gana vendiendo. Tenés que vender algo que no venda otro.

RINCÓN: (Pausa demasiado larga.) –Vos tenés hambre. Tenés hambre. Pasemos por la panadería y pidamos los crostones del horno. O vayamos a un velorio, es rico, sirven café, jugo Mocoreta, galletas. (Se frota la panza.) –Reponemos voluntad y nos echamos un rezo.

CORTADO: Vos no escuchás. No escuchás.

RINCÓN: No. No.

Escuchan campanadas. Se abren unos huecos en el pecho de Rincón y Cortado. Ahora retoman la caminata que no viene ni va. Rincón canta una canción que acompaña la caminata.

RINCÓN: Cortado.

CORTADO: ¿Qué?

RINCÓN: ¿Te quedaste enojado por lo que dije de tu nombre?

CORTADO: No.

RINCÓN: ¿Viste que tenemos la misma ropa?

CORTADO: No. La mía es distinta.

RINCÓN: Es lo mismo.

CORTADO: Es distinta. La mía es muy buena.

RINCÓN: Son iguales.

CORTADO: No. La mía es muy buena.

Rincón se aleja a un lugar distante. Ondea una gamuza de color naranja.

RINCÓN: (Aparte.) –La calle corta la avenida. Pasan un auto, putas, un policía se pregunta por qué muevo la boca como si hablara aunque él no escucha. Vemos negocios, ventas que se hacen y se deshacen; un local llega, lo multan y se va. (Pausa.) –Todas las luces. Es lindo.

CORTADO: No digas «es lindo». Está bueno. Está bueno.

RINCÓN: Está bueno.

CORTADO: No te sale bien.

RINCÓN: (Hace una seña para detener toda conversación.) –Tengo hambre, me comería un grillo.

CORTADO: Y yo pan blanco. Y una gallina.

RINCÓN: Con vino tinto.

CORTADO: Casata con pajita.

RINCÓN: No. Casata es torta de ricota.

CORTADO: Es helado de crema.

RINCÓN: ¡Ricota y bizcochuelo!

CORTADO: Es crema y chocolate… (Pausa.) – ¡Vermichelis!

RINCÓN: Medialunas con jamón. Completo de café con leche, con manteca y pan.

CORTADO: Queso y membrillo.

RINCÓN: Ah. (Aparte.) –Cuando era chico te daban galletas después del bautismo. Mi madre me bautizó diez veces.

CORTADO: Cuando era chico pensaba que de grande iba a ser respetado.

RINCÓN: Llegamos tarde para eso.

CORTADO: No necesitaba que lo dijeras. No necesitaba que lo dijeras.

RINCÓN: Me pongo malo con los años.

CORTADO: Hagamos que volvemos a ser amigos.

RINCÓN: Bien. (Hace una seña para detener toda conversación.) –Yo necesito buscar a Carola.

Siguen andando. Rincón canta una canción que acompaña la caminata.

CORTADO: Ey, ¿qué dice el póster allá, lo ves?

RINCÓN: BIEN. Dice BIEN. ¡Siempre el mismo cartelito! (Se encoge de hombros.) –No avanzamos. (Sigue andando.)

CORTADO: No. Mirá el póster allá, ¿lo ves? Dice: BIEN. ¿BIENTEVEO?

RINCÓN: No. Eso es un pájaro.

CORTADO: A ver. Dice LUGAR. VENIDO. Ya sé. BIENVENIDOS AL LUGAR.

RINCÓN: BIENVENIDOS AL LUGAR.

CORTADO: Llegamos. (Pausa.) – ¿Y? ¿Qué te parece?

RINCÓN: Está bueno.

CORTADO: Está bueno.

Cortado se arrodilla a besar el suelo. Rincón se aparta.

RINCÓN: (A lo lejos.) –Adiviná dónde estoy, Carola. Vine. Costó llegar, pero encontramos el Centro. Estoy con Diego, que acaba de mirarme y se dio cuenta de que te hablo. Vine por vos, Carola. ¿Sabés? Yo había averiguado, y entre la libreta matrimonial y el turno costaba cien pesos casarnos. Ya sé, ya sé, ya sé que tengo la pezuña mal. Sí, leí la carta que me dejaste. Linda letra.

CORTADO: (A lo lejos.) –Hay que ser expeditivo, ponerme precio, calzarme a los hombres que se sienten solos, total nadie te pide el DNI para hacerlo. Pueden venir a poner sus bocas en mi lengua. Subirme a los autos y bajarme en puertos. Decir que es una forma de amor y tragármelo. (A Rincón.) –Soy un taxi.

RINCÓN: Taxiboy.

CORTADO: Va a alcanzar para comer. Es mejor que no comer.

RINCÓN: Guau. Te castigan el culo.

CORTADO: (Aparte.) –¡Sh! Ahora se acerca una sombra, una respiración, le dicen Vapor; un informante, un facilitador.

VAPOR (UNA SOMBRA): Oigan, estoy en este lugar hace mucho. Ahora les hablo amablemente pero en pocos minutos voy a obligarlos a venir conmigo.

RINCÓN: (Aparte.) –Cuando uno no sabe qué decir, tose. Yo tosí. (Tose.)

VAPOR (UNA SOMBRA): ¿Querés una pastilla? (Pausa.) –Los vi actuar, se les nota. (Lleva la cuenta con los dedos.) –No hablan, miran a los demás, se sientan en un bar y piden tarta de verduras. Y si alguien los descubre piden algo que no estaba en el menú, piden hongos japoneses. Se levantan rapidongo y se van, como si lo hubieran ensayado mil veces. Lindo número.

RINCÓN: No entendemos. Buscábamos un lugar donde vendieran… cofias.

VAPOR (UNA SOMBRA): ¿No entienden? Digo que si ustedes son chorizos. (Cierra los dedos como si estuviera tocando un arpa.)

RINCÓN: Ah. ¿Es una pregunta?

VAPOR (UNA SOMBRA): No hay necesidad porque sé la respuesta. Digan, ¿cómo es que todavía nongo pagaron?

RINCÓN: ¿Y si nongo pagamos?

VAPOR (UNA SOMBRA): Sale más caro. No se puede trabajar sin permiso.

RINCÓN: Pensamos que robar era una actividad libre de impuestos.

VAPOR (UNA SOMBRA): El que paga cuida su garganta. ¿Eh? ¿Qué dicen, llegamos a un acuerdo? Vamos. Mi encargo es llevar y traer empleados al Jefe, por eso me dicen Vapor (estoy en el ambiente).

RINCÓN: Supongo que seremos guiados por usted para conocer a tan amable caballero.

VAPOR (UNA SOMBRA): Supongo.

RINCÓN: (Aparte.) –Vapor nos lleva hacia la cueva de Alí Babá.

CORTADO: (Aparte.) –Vamos a ver al Jefe.

RINCÓN: (A Vapor.) –Nos dijeron que ese tal Jefe es un hombre bueno y generoso.

VAPOR (UNA SOMBRA): Sí. Le dicen «el Diente». Le dicen «el Diente» porque uno de los dientes le creció largongo, largo como un dedo. En la cárcel se lo alisó.

RINCÓN: «El Diente», le voy a decir cuando lo vea al Jefe. (Hace una parada.) –Ay.

CORTADO: (Aparte.) –Soy Cortado. (A Rincón.) – ¿Te duele el pie?

RINCÓN: Es la humedad. (Descansa.) –Como si me lo rebanaran con un serrucho. (Se incorpora con el cuerpo maltratado.) – ¿Damos vueltas al pedo?

CORTADO: Ponete de coté y parecemos Johnny Walker. El logo de la botella.

Escuchan campanadas. Se abren unos huecos en el pecho de Rincón y Cortado, pero enseguida parecen haberlo olvidado.

RINCÓN: (Aparte.) –Vapor nos trajo hasta acá.

CORTADO: (Aparte.) –Sí. Vinimos a ver al Jefe.

RINCÓN: Vapor nos dijo esperen sentados. (Se encoge de hombros.)

Pausa.

CORTADO: Rincón, ¿me alzás en brazos al atravesar el umbral?

RINCÓN: Después vos me llevás al hospital.

Vuelven a contrariarse. Ahora practican la tradicional pulseada china para llevarse bien.

RINCÓN: (Aparte.) –Siempre me dejo ganar.

Pausa.

CORTADO: No sé por qué me acuerdo de la película de Walt Disney en la que Juan de Garay llegaba con sus carabelas y espada en mano cortaba el telón pintado con una serpiente de mar que se tragaba el barco…

RINCÓN: No sé por qué estoy contento de esperar.

Rincón canta una canción para acompañar la espera. Una canción de ladrones.

RINCÓN: ¿Alguna vez comiste ese pescado que viene envuelto en gelatina?

CORTADO: No.

RINCÓN: (Entrecierra los ojos.) –De rechupete.

Reaccionan como si alguien los hubiera tocado.

CORTADO: (Aparte.) –Los que cuidan el lugar nos miran con burla.

RINCÓN: (Aparte.) –Los que cuidan el lugar.

CORTADO: Cambian las caras y endurecen la sonrisa. Meten miedo y es el miedo más fácil, miedo que te peguen y te duela. Miedo que te peguen y te duela.

RINCÓN: (Hablando a los locales.) –Yo digo, superemos esta etapa en que el ambiente está tenso por alguna razón, lo que no significa que haya razón para que el ambiente esté tenso. Digamos: ¿acá sirven chocolate con azúcar?

KAFKÉ (UNA SOMBRA): (Aparte.) –Cuidado, soy el turco Kafqué.

RINCÓN: ¿Acá sirven chocolate con azúcar?

KAFKÉ (UNA SOMBRA): Podemos sangrarte la nariz de color chocolate.

RINCÓN: ¿Y las chicas del barrio, siguen lindas como siempre? Una tal Carola.

KAFKÉ (UNA SOMBRA): No la conozco. (Saca el nudillo mordido de la boca y señala a Rincón y Cortado.) – ¿Ustedes quiénes son?

RINCÓN: Nadie. Nada más que nosotros.

KAFKÉ (UNA SOMBRA): Ah, son ustedes. Pasen, los están esperando. Tengan la seguridad de que algo va a pasarles.

RINCÓN: Permiso.

CORTADO: (Aparte.) –Finalmente entramos a ver al Jefe.

RINCÓN: Sí. Una casa muy linda.

CORTADO: No digas «muy linda».

RINCÓN: Está buena.

CORTADO: Ahí. Aparece la cabeza, el alma sucia. Buen día, buen día Jefe. Profundas reverencias.

RINCÓN: El Jefe. El diente asoma de la boca.

CORTADO: El Jefe bosteza haciendo un prólogo.

EL JEFE (UNA SOMBRA): Oigan, ¿ustedes son gato? (Pausa.) –Si se esconden y roban. Si se lamen los bigotes después del zarpazo. ¿Ustedes son gato? (Pausa.) – ¿Por qué no hablan?

RINCÓN: (A Cortado.) –Hablá vos con él.

CORTADO: Hablá vos.

Sacan al mismo tiempo la mano de la espalda. Cortado hace un papel y Rincón una piedra. Rincón hace una tijera y Cortado un papel. Cortado hace una piedra y Rincón una tijera.

CORTADO: Vas a tener que contestarle.

EL JEFE (UNA SOMBRA): ¿Por qué no hablan?

RINCÓN: Porque usted no nos dijo que podíamos hablar.

EL JEFE (UNA SOMBRA) –Ah. Ustedes, ¿de quién son?

RINCÓN: (Se encoge de hombros.) –De la miseria.

CORTADO: (Aparte.)– El Jefe nos mira como si fuera a partirnos al medio.

EL JEFE (UNA SOMBRA): ¿Ustedes son mitad y mitad?

RINCÓN: Somos un conjunto de dos.

EL JEFE (UNA SOMBRA): ¿Eh? No me falten a la verdad porque eso produce daño. ¿Cómo se llaman? Quiero sus nombres.

RINCÓN: Todo el mundo me dice Rincón, y Cortado es este otro individuo.

EL JEFE (UNA SOMBRA): Ustedes, ¿son gánster o no son gánster?

RINCÓN: No somos gánster porque no nos gusta que nos disparen.

EL JEFE (UNA SOMBRA): Está bien. Está bien. Cerrando paréntesis, ¿qué buscan?

RINCÓN: (Aparte.) –Le digo al Jefe: queremos emplearnos y nos encantaría poder hacerlo. Más que nada, algo que nos permita comer. En estos años comimos cacerolas, cucharas, tenedores y cuchillos. Nos gustaría variar la alimentación. Nosotros nunca hicimos estrago, quiero decir nada que no pudiera arreglarse. Nunca jodimos, aunque nos defendimos jodiendo como haría cualquier hijo de vecino. Todo lo que queremos por un tiempo es dejar de dar vueltas y tener una buena comida, porque el hambre… Todo el mundo sabe que el bagre muerde sin dientes, se retuerce para arrancar el bocado. ¡Eso es el hambre! Nosotros queremos descansar un poco, y comer algo. Y ver a Carola.

EL JEFE (UNA SOMBRA): Aproxímense. Vamos, arrimen el cuerpito. Ustedes vinieron a verme. Ustedes van a ganar pero necesitan protección y la protección se paga. Huajaja. Si están conmigo yo estoy con ustedes. Huajaja. Rincón y Cortado son nombres difíciles de recordar, fáciles de olvidar, de ahora en adelante se llamarán Cortadete y Rinconillo.

RINCÓN: (Aparte.) –Cortadete y Rinconillo un carajo.

EL JEFE (UNA SOMBRA): Bien, ahora viene mi famosa cachetada que representa cómo castigamos las faltas.

Rincón canta la canción de un nuevo comienzo.

CORTADO: (Aparte.) –Ahora el Jefe sale y cierra la puerta acomodándonos adentro.

RINCÓN: (Aparte.) –Este lugar es como el sillón del peluquero: los culos en punta, redondos, carnosos, todos los culos se acomodan acá.

CORTADO: Todos esperan. Esperemos.

Pausa.

CORTADO: El Jefe entra fastidioso como la concha de la lora y dice que la policía está en la puerta. Le dan unos billetes y el Jefe sale.

EL JEFE (UNA SOMBRA): (El diente asoma de la boca.) –Voy a pagar. Cuiden mi silla.

RINCÓN: Ahora entran mujeres. ¿Vendrá Carola?

CORTADO: A esa le dicen «Briqueta» porque trabaja en la fábrica de fósforos. Briqueta se tira en brazos del negro tullido que duerme en un ángulo. Al negro, la policía le estropeó la mano con una cadena moto. Le pusieron de apodo «Fresita».

RINCÓN: Briqueta se afloja el corpiño que sostiene las tetas, se pone aceite para limpiar la mugre y amamanta al hijo. Al hijo le dicen «Silbato» por cómo llora. Briqueta le da la teta hace dos años. Me dejan a Silbato en brazos. Silbato se duerme. Lo dejo en alguna parte.

Pausa.

CORTADO: Rincón, cantanos esa canción que cantabas antes. Me pongo a pensar y no quiero pensar. Cantanos.

Rincón canta una canción muy dulce.

CORTADO: Gracias.

Pausa.

CORTADO: Entra Juliana. Juliana viene llorando.

Juliana, una mujer deshecha, pide con los brazos estirados.

JULIANA (UNA SOMBRA): Soy Juliana. Dije algo que no le gustó, dije quién era, qué haguía sido Caferata, un guiguidor. Me tiró al suelo y agregó una hilera de trompadas en mi goca. A Caferata le hizo gracia decir que higa a romperme los dientes, perdiendo así mi goca, ¿no guen cómo haglo? Yo tragajé dos años antes de casarme. Caferata puso el negocio pero yo tragajaga. Cuando unimos las manos saguíamos cómo es el mundo. Le di los mejores años, ¿así me paga? Yo lo tapaga con la manta para dormir. Me degue más que a la madre que lo parió. «¡Tu madre es una puta, puta como yo negro de mierda, que comés de la concha de tu esposa!». Cuando le dije eso me agarró del grazo y entonces se me hizo todo nuglado. Cuando agrí los ojos, gui que tenía los dedos guioletas y guine. Oigan, ¿por qué no le quiegran una rodilla a Caferata?

CORTADO: Arrastran a Juliana hacia una pieza. El Jefe vuelve. El diente del Jefe asoma de la boca.

EL JEFE (UNA SOMBRA): Escuchen. Acá hay que empezar desde abajo. Pero el esfuerzo vale la pena.

CORTADO: (Aparte.) –El Jefe pone las manos en las nalgas y avanza el estómago hacia nosotros como un cowboy. El Jefe dice.

EL JEFE (UNA SOMBRA): Me siento incómodo con ustedes. Están inquietos. ¿Qué hacen? ¿Conspiran? ¿Qué están pensando todo el tiempo? Contesten. ¿Qué piensan?

RINCÓN: Nosotros tenemos hambre.

EL JEFE (UNA SOMBRA): ¿No hay algo que me quieran decir? Puede ser que tengan alguna confesión. Sería mejor escupirla en este momento.

RINCÓN: Nosotros tenemos hambre.

EL JEFE (UNA SOMBRA): El hambre pone todo en venta. Acá, el dinero viene a parar conmigo, taca taca. Los que no contribuyen, se van al tacho. Mueren como pescado. ¿Saben qué significa irse al tacho? Acá, en Miserere, hay una caldera que usan para hacer aceite industrial. Meten huesos de vaca (de lo que viene) y los hacen hervir. Al que no funciona, lo mandamos al tacho. Lo arruinamos en el hervidor.

RINCÓN: Nosotros tenemos hambre.

EL JEFE (UNA SOMBRA): Ustedes van a ser los ratones que alimento en mi cocina. Después de un mes van a comer de mi mano.

RINCÓN: (Aparte.) –Ahora nos regalan comida. ¿Y saben lo que hace Pedro Rincón cuando le dan comida? Canta. Llora sobre la costilla de carne para agregarle sal. Llora y le canta así. (Echa pimienta, extiende puñados imaginarios de condimento. Canta.)

Improvisación. Rincón y Cortado se sientan ante una mesa imaginaria y empiezan a servirse y a gesticular como si comieran algo.

CORTADO: Rincón, ¿cuándo te hiciste tan cantarín?

RINCÓN: Cortado, desde que la rana hace cuac.

Escuchan campanadas.

CORTADO: Rincón, ¿cuándo nos metieron en este retablo?

RINCÓN: Desde el campanazo. Dos, tres veces sonó la campana avisando algo.

Escuchan campanadas. Se abren unos huecos en el pecho de Rincón y Cortado, pero enseguida parecen haberlo olvidado.

CORTADO: Ahora el Jefe va al agujero en la pared donde guarda la bebida. El diente del Jefe asoma de la boca.

EL JEFE (UNA SOMBRA): ¿Un vermut para empezar? Diviértanse, la consumición es gratis. ¿Saben cómo le dicen al vaso que tiene un solo pie? Copa. ¿Y cómo le dicen al líquido que cabe dentro de la copa? Caú. ¿Quieren?

RINCÓN: ¿No vamos a querer?

EL JEFE (UNA SOMBRA): Esto es caña de azúcar hasta el borde, menjunje guaraní. Lo mejoran echando carne, opositores muertos, hinojo. Te dispara la cabeza como un cañón. (Aparte, muy lento.) –Ah, a veces tengo el alma partida. (El diente del Jefe asoma de la boca.) –Soy el Jefe. Me doy cuenta de que estoy enojado cuando tengo las manos rojas. Miro a los valientes mandando litros a la bodega como barcos que se hunden. Una carreta llena de polvo es la imagen que tengo de mí.

Pausa.

CORTADO: (Dedos en cuerno sobre la cabeza.) –Ahora entra Caferata.

CAFERATA (UNA SOMBRA): La puta Juliana anda con uno, ¡puta!

CORTADO: (Aparte.) –Caferata va a la pieza.

CAFERATA (UNA SOMBRA): No alimentemo a lo demonio, negra salí, ¿le está lamiendo la bola a tu novio? Juliana soy tu marido y eso no tiene devolución. ¡Qué hacé! ¿Qué hago con vo? Vení, vamo a comportarno.

CORTADO: (Aparte.) –Caferata tira una botella contra la puerta.

CAFERATA (UNA SOMBRA): ¡Gato! ¡Voy a hacer que Asitencia Pública te niegue la libreta sanitaria! ¡Puta mierda y la madre que lo parió! ¡Juliana te voy a matar, lo voy a matar a todo!

CORTADO: (Aparte.) –Ni siquiera vimos quién lo sacudió. De golpe y porrazo, Caferata cae y no se levanta. (Se encoge de hombros.) –Fue por acción de su propio peso, murió espontáneamente.

RINCÓN: (Se sostiene la cara entre las manos. Tiene a bordo la copa que se tomó.) –Guau, veo a Carola en este instante, qué alegría, te puedo ver como si estuvieras acá. Carola baila girando como pollo al espiedo.

CORTADO: (Aparte.) –En el otro lado de la pared hay una historia. Me toca estar de este lado y escuchar lo que pasa.

RINCÓN: (A Carola.) –Hola Carola, ¿estás bien? Soy yo. ¿Qué pasa, qué estás haciendo, Carola? Vení, vamos. ¿Sabés quién soy? Soy Pedro Rincón. Decime quién soy, decime que soy Pedro, al que abandonaste dejando una carta de despedida. Decime que soy Pedro. ¿Te acordás, te acordás quién soy? Carola, viajé kilómetros para venir. No hagas esto, no me lo hagas. ¿Qué te pasa, Carola? ¿Estás drogada mal, no me reconocés? Carola, te quiero. Nosotros estábamos en algo, éramos algo. ¿Qué estás haciendo? ¿No escuchás? No bailes más, no bailes. Carola, ¿sabés lo que nos van a hacer? ¿Sabés lo que van a hacernos a Cortado y a mí? Nos van a matar, ¿eso querés? ¿Vos querés que nos maten? Yo te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero. No bailes más, por favor. Vamos, por favor, vamos a casa, solamente vamos a casa. No hables si no querés pero vamos a casa. Carola, ¿qué te hiciste en los brazos? Tenés manchadas las venas. Carola canta: «Caballito blanco llevame de aquí / llevame a mi pueblo donde yo nací. Caballito blanco llevame de aquí / llevame a mi pueblo donde yo nací». Carola, ¿te acordás cómo éramos nosotros? ¿Te acordás cómo estábamos juntos? ¿Vos te acordás? Entonces Carola me mira como si finalmente me reconociera. Y dice: «Antes de coger gratis me cose la concha una enfermera».

CORTADO: (A Rincón.) –En el otro lado de la pared hay una historia. Me toca estar de este lado y escuchar lo que pasa. En el otro lado de la pared había un par de fulanos iguales a nosotros y el Jefe los mató. Sí, el Jefe abrió la boca, le salió la palabra pum y los mató. (Hace una seña para detener el silencio de Rincón. Aparte.) –El Jefe vuelve a entrar como si la puerta lo hubiera vomitado. Reúne a todos y nos mira.

EL JEFE (UNA SOMBRA): (El diente asoma de la boca.) –Me siento incómodo con ustedes. ¿Qué están pensando todo el tiempo? ¿Qué les pasa, qué tienen? (A Rincón.) –Vos, decime la verdad, ¿sos rengo o estás mintiendo? ¡Seguro que te resbalaste con una cáscara de banana! Y vos, repollete, me gustan tus zapatos. Al gordito le digo, ¿dónde se metió?

RINCÓN: (Aparte.) –Me parece que si no nos vamos a tiempo nos va a agarrar la lluvia.

EL JEFE (UNA SOMBRA): En el otro lado de la pared había un par, igualitos a ustedes. ¿Saben qué les hice? Les hice pum.

Se abren unos huecos en el pecho de Rincón, pero enseguida parece haberlo olvidado.

EL JEFE (UNA SOMBRA): Abrí la boca y pum, los maté a los dos.

Se abren unos huecos en el pecho de Rincón, pero enseguida parece haberlo olvidado.

EL JEFE (UNA SOMBRA): Como si fueran piezas de ajedrez me los comí. Huajaja.

RINCÓN: (A Cortado.) –Nos va a cagar. Nos va a cagar.

CORTADO: Cuidado, Pedro. Miralos. Tienen cuchillos con cachas. Tienen mangos plateados.

RINCÓN: (Al séquito del Jefe.) –Ahora van a tener que disculparnos, andamos un poco apurados y tenemos que irnos.

CORTADO: (A Rincón.) –Nos van a matar.

RINCÓN: Es la costumbre. (Aparte. Se encoge de hombros.) –No tuvimos suerte. Las monedas corrieron y se las llevaron, la ambición de Carola se metió a puta, y cuando pensamos que podíamos ver la oportunidad, el Jefe apagó la luz. (Escupe.) –Si hubiéramos vivido habríamos terminado vendiendo basura.

CORTADO: La puerta del tugurio está abierta. Podríamos salir. (Hace el gesto.)

RINCÓN: Esperá. Jefe, nos dijeron que es difícil comer porque hay que llevar comida a la boca, y después vienen los molares y caninos que son como soldados descuartizando alimentos. Nos dijeron todo eso, aunque nosotros solamente comimos aire.

CORTADO: Pedro, tu comentario fue muy oportuno.

RINCÓN: Jefe, ¿usted nunca vio un dentista? ¿No le duele ese colmillo? Porque si duele, hay que sacarlo. Por mí, se lo arranco sin pinza, de favor.

Rincón corre hacia el Jefe, hace el gesto de arrebatar algo y gira con mirada astuta.

CORTADO: (Aparte.) –La voz del Jefe suena como una campana.

Escuchan campanadas. Se abren unos huecos en el pecho de Rincón y Cortado, pero enseguida parecen haberlo olvidado.

EL JEFE (UNA SOMBRA): (Hablando como si fuera a aplastarlos.) –No hay vida más allá de la puerta. Cielo, calle, la policía meando en la vereda. Eso es lo que está detrás de la puerta. Voy a enviarlos ahí. Voy a sonreír con mi diente de oro mientras los matan.

RINCÓN: (Aparte.) –Nos persiguen.

CORTADO: (Aparte.) –Nos pegan contra la pared.

RINCÓN: Al principio la pifian y da risa, pero al final sangramos como bife a la plancha.

CORTADO: (Al ejército que los persigue.) –Paren. Acá, entre la oreja y la clavícula, con una piedra de la calle. ¿No ven que la cabeza se rompe como una cáscara?

RINCÓN: (Aparte.) –Nos corren gritando que matar un pelado trae buena suerte.

CORTADO: (Aparte.) – ¿Quiénes son estos tipos? Están felices.

RINCÓN: Diego, tienen buena puntería.

CORTADO: (Burlón.) – ¿A quién vamos a dejar todas nuestras riquezas? Ah. Rincón, cantanos esa canción que cantabas antes. Me pongo a pensar y no quiero pensar. Cantanos.

RINCÓN: Esta es la última canción. (Canta una canción de amor roto.)

CORTADO: Gracias. Huyamos mientras se entretienen con los zapatos que perdí.

RINCÓN: Diego, me traje un souvenir. El diente del Jefe. Creo que lo quería más que un hijo.

CORTADO: Tomá. Ajustate el cinto. Huyamos de esto.

Agarran un cinturón, atando un extremo a cada mano.

RINCÓN: Gracias, Diego.

CORTADO: (Aparte.) –Nos persiguieron como el gato que tiene el cascabel al cuello. Escuchamos el horrible dolor que dimos nosotros, Pedro y yo. Las campanas sonaron y fueron apagándose.

Se abren unos huecos en el pecho de Rincón y Cortado, que miran con atención. Los ojos abiertos de par en par, en el esfuerzo por comprender el significado.

Leer la obra original de Miguel de Cervantes:

Rinconete y Cortadillo