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PERSONAJES

ALFONSITO

CORNELIA

 

 

Cornelia está sentada en un sillón. Cerca de ella, Alfonsito está sentado en una silla. A su lado, una cámara montada sobre un trípode. Alfonsito filmará a su madre durante toda la obra. Las imágenes se proyectan sobre una pantalla ubicada al fondo de la escena. Al encenderse la luz, Cornelia se está maquillando. Alfonsito la espera.

ALFONSITO: ¿Empezamos?

CORNELIA: Sí.

Alfonsito enciende la cámara.

ALFONSITO: Alfonso murió en 2008 de cáncer de colon. Primero le apareció en 2005. Sangre oscura en las deposiciones. No sangre roja fresca, como cuando tenés hemorroides, esa sangre brillante que tiñe el agua del inodoro. No, la sangre del cáncer de colon, según me contaste, es oscura.

CORNELIA: Era como sangre vieja, descompuesta.

ALFONSITO: Te llamó al baño para mostrarte que había sangre.

CORNELIA: Tenía miedo. Estaba pálido al lado del inodoro…

ALFONSITO: Se hicieron los estudios y se confirmó que la cosa venía mal.

CORNELIA: Ni bien tuvimos el diagnóstico, se operó y empezó el tratamiento. Fue todo muy sorpresivo, era difícil hacerse a la idea de que a un hombre tan sano le pasara eso de un día para el otro.

ALFONSITO: ¿Y por qué no le iba a pasar?

CORNELIA: No digo eso, digo que no me lo esperaba. Fueron días y días de sanatorio, estaba como flotando en la sala de espera. No podía parar de llorar, me quedaba dormida en los sillones, me despertaba y volvía a llorar.

ALFONSITO: ¿Cómo fue el trato con los médicos, las enfermeras?

CORNELIA: Muy bueno, Alfonso les dejaba muy buenas propinas y lo atendían muy bien.

ALFONSITO: ¿A los médicos les daba propinas?

CORNELIA: No, a los médicos se les hace regalos, un vino, una corbata… A las chicas… eran muy cariñosas con él. Lo mimaban…

ALFONSITO: Esa primera vez salió bastante bien.

CORNELIA: Sí. Pero cuando parecía que estaba todo bien, le agarró de nuevo y otra vez tuvimos que pasar por las mismas operaciones, los mismos rayos, pero cada vez más fuerte, más largo… Y él ya estaba cansado. No lo quería reconocer, estaba muy aferrado a la vida todavía…

ALFONSITO: ¿En qué notabas que estaba aferrado a la vida?

CORNELIA: Hacía planes para después del sanatorio, quería viajar…

ALFONSITO: ¿Adónde?

CORNELIA: Queríamos hacer un viaje a Italia, Ferrara, que todavía quedaban familiares de él…

ALFONSITO: Quería seguir viviendo.

CORNELIA: En el fondo sabía… Al final, no dio para más y quedó inconsciente, en coma. Fueron cuatro o cinco días que estuvo en coma. Acostado en la cama del sanatorio se lo veía más chiquito. Con ese camisolín que les ponen a los pacientes… Estaba consumido… Los ojos cerrados, no hablaba… Ya no era vida eso…

ALFONSITO: La última noche te quedaste durmiendo en el sillón de la habitación, haciendo guardia.

CORNELIA: No dormí nada por esos ronquidos sordos que hacía, secos… Estaba mal… Era como si se lo  tragara la tierra. Lo escuchaba y pensaba «son los ronquidos de la muerte». Eso lo hacía también mi hermano Lorenzo.

ALFONSITO: Me llamaste para avisarme. ¿Te acordás lo que me dijiste?

CORNELIA: No.

ALFONSITO: Se fue.

CORNELIA: Ah, sí… Se fue….

ALFONSITO: Me pediste que volviera rápido, que no sabías si ibas a poder aguantar.

CORNELIA: Creí que me moría.

ALFONSITO: Hoy se cumplen cinco años que papá no está.

CORNELIA: Es increíble lo rápido que pasó. ¿Querés un té?

ALFONSITO: Bueno.

Cornelia sirve té para los dos.

ALFONSITO: Publicaste un aviso. ¿Qué pusiste?

CORNELIA: Amado Alfonso: En el quinto aniversario de tu fallecimiento, te recordamos y te queremos como siempre. Tu esposa Cornelia y tu hijo Alfonsito.

ALFONSITO: ¿Todos los años ponés lo mismo?

CORNELIA: No lo había pensado, pero supongo que sí. Más o menos, sí.

ALFONSITO: ¿Y pensás que la gente los lee?

CORNELIA: Parece que no, pero la gente lee los avisos fúnebres. Cumplen su misión.

ALFONSITO: ¿Misión?

CORNELIA: Que la gente sepa que murió alguien… O para recordar un fallecimiento cuando se cumple el aniversario… Sirve, hace que te acuerdes. Sin ir más lejos, Juan, por ejemplo, vio el aviso esta mañana y me llamó. Lo primero que hizo fue agradecerme que hubiera publicado el aviso, porque a él se le había pasado la fecha. Y mirá que él lo quería mucho a Alfonso. Pero igual se había olvidado.

ALFONSITO: Te llama siempre. A mí también.

CORNELIA: Es muy respetuoso con esas cosas. Pobre Juan… Estaba un poco sensible cuando hablamos…

ALFONSITO: ¿Sensible o sentimental?

CORNELIA: ¿No es lo mismo?

ALFONSITO: Conmigo por teléfono llora siempre.

CORNELIA: Son fechas que remueven cosas… Hay tanta historia… Te ponés a hablar y te acordás de cosas… Y hablás y hablás y parece que la persona estuviera presente… Es lindo, es recordar.

ALFONSITO: ¿Vos llorás también cuando hablan por teléfono?

CORNELIA: A veces me emociono un poco también, sí.

ALFONSITO: ¿Te considerás una persona sentimental?

CORNELIA: No sé si sentimental. Tengo mis sentimientos. Pero yo siento mucho las cosas y no me gusta quedármelas adentro. Yo antes me guardaba las cosas y aprendí que no hay que guardarse tanto, que si uno siente lo que siente, lo tiene que sacar.

ALFONSITO: Juan me dijo que si no hubiera sido por papá, él te hubiera propuesto matrimonio. ¿Te lo dijo alguna vez?

CORNELIA: Siempre dice eso.

ALFONSITO: Dice que siempre fuiste muy linda.

CORNELIA: ¿Vos qué pensás?

ALFONSITO: Siempre me pareciste linda. Esos ojos, ese sombrero….

CORNELIA: ¿Ahora también?

ALFONSITO: Fuiste a la peluquería…

CORNELIA: Sí…

ALFONSITO: Te mantenés muy bien.

CORNELIA: «Te mantenés» suena horrible, da la impresión que estuviera flotando en un frasco con formol.

ALFONSITO: ¿Extrañás la belleza que tenías cuando eras joven?

CORNELIA: Y… Mirarse al espejo era más lindo, no tenías que preocuparte por ver qué tapabas, qué disimulabas, qué ocultabas…

ALFONSITO: ¿Rompiste muchos corazones?

CORNELIA: Puede ser.

ALFONSITO: ¿Y a vos te rompieron el corazón?

CORNELIA: Puede ser.

ALFONSITO: ¿Cuánto duele un corazón roto?

CORNELIA: Depende.

ALFONSITO: ¿Papá te hizo doler?

CORNELIA: En el amor siempre hay dolor. El tema son las proporciones.

ALFONSITO: ¿Cuánto de amor y cuanto de dolor en tu caso? ¿70/30? ¿65/35/? ¿50/50?

CORNELIA: No lo puedo decir en números.

ALFONSITO: No lo podés decir.

CORNELIA: No, pero por supuesto más de amor que de dolor. Sino no hubiéramos seguido juntos tanto tiempo.

ALFONSITO: Hay parejas que se mantienen unidas por el dolor.

CORNELIA: No en nuestro caso. Desde la primera vez que lo vi, en la pileta del Club Municipal, supe que iba a ser muy feliz con él. No lo puedo explicar, pero todavía hoy, tantos años después, incluso que él ya no está, me viene la misma sensación.

ALFONSITO: ¿Sensación de qué?

CORNELIA: Certeza.

ALFONSITO: ¿Certeza de qué?

CORNELIA: De él.

ALFONSITO: ¿En dónde se siente la certeza?

CORNELIA: Acá en el pecho. Es como quedarme sin aliento.

ALFONSITO: La certeza te deja sin aliento.

CORNELIA: Él me dejaba sin aliento.

ALFONSITO: Mostráme cómo te dejaba sin aliento.

CORNELIA: ¿Qué me estás pidiendo?

ALFONSITO: Que lo hagas.

Cornelia hace algo parecido a un suspiro.

CORNELIA: La certeza. Acá.

ALFONSITO: ¿En la pileta municipal de Castelar se conocieron?

CORNELIA: Ahí apenas nos vimos de pasada, por primera vez, no hablamos ni nada.

ALFONSITO: ¿Cómo estabas vestida? ¿Estabas de malla?

CORNELIA: Sí, la de natación… Sí yo hacía natación… Ni bien lo vi me saqué la gorra. Igual el pelo lo tenía horrible. Y después nos encontramos en un casamiento en el que mi hermano era padrino y ya no pudimos despegarnos.

ALFONSITO: ¿Qué te acordás de esa noche?

CORNELIA: Me sacó a bailar, me acuerdo cómo me agarraba de la cintura, me acuerdo de su mejilla rozándome la cara, el perfume… Usaba una colonia…

ALFONSITO: Old Spice.

CORNELIA: Old Spice rojo… Y después los cuerpos, claro…. La atracción que hubo desde el primer momento, la piel…

ALFONSITO: ¿Habías sentido eso con un hombre antes?

CORNELIA: Nunca. No de esa manera.

ALFONSITO: ¿Qué manera?

CORNELIA: Que te hagan sentir mujer y que al mismo tiempo no sepas ni quién sos.

ALFONSITO: Eras la reina de Castelar.

CORNELIA: Era.

ALFONSITO: ¿Qué se siente haber pertenecido a la nobleza?

CORNELIA: No te creas que era tan fácil. A veces era un estorbo, porque nunca terminaba de entender con qué intenciones se me acercaban. Me confundía…

ALFONSITO: ¿Tu hermano te vigilaba mucho?

CORNELIA: No me dejaba salir, no me dejaba ver amigos, me seguía para ver adónde iba, con quién me juntaba… Una vez me hizo un escándalo porque me vio en una confitería del centro tomando algo con una amiga. ¡Eran jugos de pomelo! Pero él de lejos vio los vasos largos y pensó que estábamos tomando unos tragos, qué sé yo… Cuando llegué a casa me quería matar. Hasta que al final le pude explicar y se calmó. Cuando se enojaba mucho golpeaba la pared con el puño cerrado. ¿Sabés cómo le quedaba la mano? Hinchada…

ALFONSITO: ¿Te pegó alguna vez?

CORNELIA: Una sola vez. Me dio vuelta la cara de un bife. Tuve el cachete rojo varios días.

ALFONSITO: ¿Qué pensás del hecho de que un hermano varón le pegue a su hermana mujer?

CORNELIA: Hay mucha violencia en las familias. No tendría que haber tanta. Pero donde preguntás, puertas adentro es un infierno.

ALFONSITO: ¿Nuestra familia fue un infierno?

CORNELIA: Alfonso jamás me levantó la mano.

ALFONSITO: ¿Vos a él?

CORNELIA: Menos.

ALFONSITO: Fuimos una familia ejemplar.

CORNELIA: Tampoco diría eso. Normal.

ALFONSITO: Muchas veces yo escuchaba gritos que venían desde la habitación de ustedes. ¿Pensás que los gritos de violencia y los gritos del sexo son parecidos?

CORNELIA: Y… Depende de los gritos, de la pareja… Pero sí, alguien desprevenido se podría confundir.

ALFONSITO: ¿Un niño se podría confundir?

CORNELIA: Sobre todo un niño, pensaba en eso.

ALFONSITO: ¿Pensabas en mí?

CORNELIA: ¿Escuchabas?

ALFONSITO: Gritos que venían de la habitación de ustedes y pensaba que papá te estaba pegando. Estaba mirando televisión y subía el volumen para no escuchar…

CORNELIA: Gritos había. Gritos lindos y gritos feos. No sé cuáles habrás escuchado vos. Seguramente de las dos clases. Igual siempre hubo más gritos lindos que feos. Eso seguro, porque éramos muy felices.

Alfonsito habla a público.

ALFONSITO: Le pregunto cosas pero no me puedo concentrar mucho en lo que dice, me quedo en las formas, los tonos de voz que pone. ¿Es mi madre? Sí, es ella, la que conozco desde que nací. O mejor dicho, es la que estuvo ahí desde mi nacimiento. ¿Pero quién es? ¿Es ese montón de recuerdos sueltos que no puedo asociar unos con otros? ¿Son esos gestos que conozco y desconozco al mismo tiempo? La miro, pero mi mirada es un rayo de luz que la atraviesa y pasa de largo. Es como si estuviera hecha de viento, o de vapor o de niebla. Me acuerdo de un sueño que tuve. Apoyaba mi oreja sobre su panza y ella me hablaba. Me hablaba, me acariciaba y me olía el pelo. Pero, de repente, no estaba sobre su panza sino adentro, yo no sabía que había vuelto adentro suyo, porque parecía una caverna. Ella me seguía hablando y yo iba y venía siguiendo su voz, pero no la encontraba y cada vez me perdía más. Hasta que en un momento me daba cuenta que la caverna era su panza vista desde adentro y pensaba «la encontré».  Y ahí me desperté. (A Cornelia.)

CORNELIA: Me levantabas la blusa, me buscabas el ombligo. Metías el dedito y apretabas fuerte.

ALFONSITO: ¿Me dejabas hacer eso?

CORNELIA: Eras un nene, estábamos jugando.

ALFONSITO: ¿Y no te dolía?

CORNELIA: ¡Claro que me dolía!

ALFONSITO: ¿Y no me decías que parara?

CORNELIA: Sí, te decía…

ALFONSITO: ¿Pero quería volver a tu panza? ¿Te lo pedía así?

CORNELIA: Puede ser que me lo hayas dicho alguna vez… Te gustaba tocarme el ombligo…

ALFONSITO: ¿Y qué te decía?

CORNELIA: No me acuerdo.

ALFONSITO: ¿Hablamos de mi nacimiento?

CORNELIA: Naciste en la casa de mi prima, a escondidas de mi hermano Lorenzo… Yo tenía miedo, estaba muy nerviosa. Alfonso iba a venir a buscarme antes de parir, pero el parto se adelantó y no llegó. Antes se enteró mi hermano y salió a buscarlo, casi lo lincha. Recién nos encontramos a los tres o cuatro días, cuando Juan le aclaró todo a Lorenzo y le dijo que tu padre se quería casar conmigo y que no me iba a abandonar y que te iba a reconocer.

ALFONSITO: Cuando contás esta historia, ¿no te da la impresión de que podría ser una novela?

CORNELIA: Sí. Pero todas las historias personales pueden ser vistas como novelas.

ALFONSITO: ¿Estás contenta con la tuya? ¿Te parece que es una buena novela? ¿La comprarías?

CORNELIA: Sí, estoy contenta, claro. Todavía no terminó.

ALFONSITO: La historia de esos días de mi nacimiento es un poco enredada, ¿podemos repasarla?

CORNELIA: ¿Qué querés saber?

ALFONSITO: Tranquila, te estoy preguntando…

CORNELIA: Estoy tranquila…

ALFONSITO: No parece…

ALFONSITO: Papá y vos no estuvieron juntos enseguida. Se conocieron, se enamoraron, pero no se podían casar porque papá estaba comprometido con otra mujer.

CORNELIA: Exacto.

ALFONSITO: Pero él no la quería, él te quería a vos, porque se había quedado flechado desde la primera vez que te vio, en la pileta municipal. ¿Vos sabías de su compromiso anterior?

CORNELIA: En ese momento no. Lo supe después. Pero no era algo importante para él. A su madre le importaba, a él no. Por eso esperó que se muriera tu abuela, rompió el compromiso y se casó conmigo.

ALFONSITO: Yo ya había nacido.

CORNELIA: Sí. Hubiera querido esperar a estar casada, que no fuera todo tan rápido. Pero bueno… Pasó lo que pasó y quedé embarazada. Tenía miedo. Me sentía muy sola, muy culpable de todo lo que estaba pasando. Pero nunca dudé de Alfonso. Estaba muy enamorada.

ALFONSITO: El tío Lorenzo era bravo.

CORNELIA: Era bravo, sí. Creyó que le habían manchado el honor de la familia y se enloqueció. Pero no era mala persona. Estoy en paz con él. Antes de que se muriera hablamos todo.

ALFONSITO: Contame de cuando nací, de mi nacimiento.

CORNELIA: Yo te tuve casi parada, empujé tres veces y saliste. Fue muy rápido, pero cuando vi eso… Una mezcla de cosas pegadas en el cuerpo, sangre, el pelo te tapaba la frente, todo negrito… Después te agarró mi prima, te limpió todo, te envolvió en una mantita y te puso acá, en el pecho. Y ahí sí fue lindo. Sentir el calorcito de tu cuerpo, tu boquita que me chupaba acá, en la pera, eso fue lindo.

ALFONSITO: ¿Cómo era de bebé?

CORNELIA: Llorabas mucho, te costaba dormir de noche, siempre querías tomar la teta.

ALFONSITO: ¿Cambió mucho la relación entre ustedes con mi nacimiento?

CORNELIA: Casi no estuvimos solos antes que nacieras.

ALFONSITO: ¿Hubieras preferido tener más tiempo a solas con papá?

CORNELIA: Igual tuve mucho tiempo a solas con tu papá.

ALFONSITO: ¿Te gusta ser mi madre?

CORNELIA: Los hijos no se eligen.

ALFONSITO: Y ahora que me conocés, ¿me elegirías?

CORNELIA: ¿Vos me elegirías a mí?

ALFONSITO: Los padres no se eligen.

CORNELIA:

ALFONSITO: Elegiste a papá. ¿Fue tu gran elección?

CORNELIA: Sí. Y enseguida llegaste vos.

Alfonsito habla a público.

ALFONSITO: Una vez íbamos los tres caminando por la calle y me quedé un poco más atrás, mirando una vidriera. Ellos siguieron de largo, no se dieron cuenta que yo me había quedado. Y cuando levanté la cabeza, los vi ahí adelante, alejándose y pensé qué lindos, qué seguros, qué grandes, van como si tuvieran el mundo a sus pies. No lo pensé con esas palabras, pero la sensación fue esa. Eran reyes, el mundo era de ellos y lo disfrutaban arrogantes y serenos. Era un amor poderoso, indescifrable para mí. Dos personas que se habían encontrado y se amaban porque sí, porque todas sus virtudes y todas sus miserias coincidían, como los engranajes bien pulidos de una máquina amorosa. Ese amor ocupaba tanto espacio que yo me preguntaba qué quedaba para los demás. Si ellos se habían llevado la luz del día y de la noche, si su amor se chupaba al universo, ¿qué aire quedaba para respirar? ¿Qué luz? ¿Qué agua? (A Cornelia.) –Ni bien se murió papá, en esos primeros meses yo me sentí muy cerca tuyo, más que nunca, parecía que estaba empezando una etapa nueva, en la que íbamos a poder encontrarnos, hablar…

CORNELIA: No es fácil hablar con vos.

ALFONSITO: Pero en esos meses hubo unos puentes que se tendieron entre nosotros, que no habían estado antes…

CORNELIA: Estabas más tranquilo, no te defendías tanto.

ALFONSITO: Me podía acercar.

CORNELIA: ¿Y por qué te tiene que costar acercarte? Soy tu madre. ¿Vos me querés a mí? Vos no me querés.

ALFONSITO: Sí te quiero, mamá, no es eso lo que te estoy diciendo.

CORNELIA: A veces pareciera que no. Jamás me lo decís. Decímelo.

ALFONSITO: No me interpretes mal. Lo que digo es que en esos días después que se murió papá fue todo más abierto…

CORNELIA: No me lo decís.

ALFONSITO: Te quiero, mamá, no seas tonta, te quiero… Lo que te decía es que yo sentía que te tenía que acompañar.

CORNELIA: Me acompañaste.

ALFONSITO: Y bueno… En esos días que estabas tan triste era todo muy verdadero entre nosotros, estabas triste pero estabas tranquila, relajada, y yo también, no había tensión.

CORNELIA: Puede ser. Sentía que me moría, no tenía fuerzas… Era como tener un desgarro, como si se me hubiera salido toda la sangre y me hubiera quedado seca. Vacía.

ALFONSITO: En esos días estabas así, como sin máscara.

CORNELIA: No siento que tenga máscaras. Ni antes ni después de ese momento. Vos me ves así, vos me ves con máscaras.

ALFONSITO: Y yo seguro que tenía las mías, no digo que seas vos sola… No sé, lo que digo es que en esos días nos veíamos, nos escuchábamos, estábamos conectando, sin prejuicios, ahí, presentes…

CORNELIA: Nunca tuve prejuicios con vos. Y las cosas que tuve que decirte te las dije. Siempre.

ALFONSITO: ¿Siempre?

CORNELIA: Siempre.

ALFONSITO: No me entendés.

CORNELIA: A mí me parece que está claro.

ALFONSITO: ¿A vos te resulta difícil hablar conmigo? A mí me resulta difícil hablar con vos, yo te lo acepto. ¿A vos te resulta difícil?

CORNELIA: Cuando estás así no. Pero en general sí. A veces me gustaría que me llamaras más, pero no me llamás. Ya me acostumbré.

ALFONSITO: ¿Y por qué no me llamás vos?

CORNELIA: No quiero molestarte. Siento que te enoja que te llame.

ALFONSITO: Si siempre me llamabas para avisarme del cumpleaños de papá.

CORNELIA: A él también le avisaba del tuyo.

ALFONSITO: ¿Nunca pensaste que era un asunto mío, que no hacía falta que me avisaras?

CORNELIA: No pensé que te molestara tanto.

ALFONSITO: Y ahora me llamás para recordarme la fecha de su muerte. Parece que te interesa mucho recordármelo a papá, vivo o muerto.

CORNELIA: No me cuesta nada llamar.

Pausa.

ALFONSITO: Pero nunca me lo dijiste.

CORNELIA: ¿Qué cosa?

ALFONSITO: Que querés que te llame.

CORNELIA: Bueno, te lo estoy diciendo ahora. Pero igual, estamos conectados… O estoy conectada con vos, siempre estoy conectada. A veces estoy pensando que me vas a llamar y justo suena el teléfono, atiendo y sos vos.

ALFONSITO: Pero no me lo decís.

CORNELIA: ¿Qué querés que te diga hijo? No te entiendo.

ALFONSITO: Yo te digo las cosas que me cuestan de vos.

CORNELIA: Yo nunca sé lo que te cuesta de mí y entonces pienso que te cuesta todo.

Se ríen.

CORNELIA: Estúpido.

Se levanta y sale. Alfonsito va hacia la cámara y mientras comienza a escucharse una música, toma diferentes planos detalle: del sillón, de la mesita, de las tazas, hasta que deja la cámara y se sienta en el sillón de su madre de modo que la cámara queda tomando su rostro. Su imagen aparece en la pantalla.

ALFONSITO: Hubo un tiempo perfecto de la infancia. Iba a su cama y me contaba cuentos. Me quedaba dormido escuchando su voz, no las palabras, su voz, que era como un sonido de otro planeta. Sentía que me quería, que me quería para siempre, que era completamente suyo, inseparable de su cuerpo, como un brazo, un ojo o una pierna… Se supone que hay un tiempo en que uno entiende que no es una parte del otro, ni que el otro es una parte de uno, se supone que uno entiende que hay independencia de los cuerpos y de los deseos y de las intimidades y que uno va haciendo ese camino hacia adelante y se separa, se separa, se separa… Pero en un determinado momento se separó tanto, que ya no reconoce lo que hay del otro lado. Y si quiere volver sobre sus pasos, la distancia es tan grande, el abismo es tan hondo, que se queda perplejo, sintiendo que es imposible recuperar esa unidad perdida. ¿El tiempo perfecto de la infancia existió? ¿Y dónde quedó? ¿O se trata de uno de esos cuentos que me contaba mi madre?

Cornelia vuelve, trayendo una bandeja con torta, platos y cucharas de postre. Alfonsito se levanta. Ella deja la bandeja sobre la mesa y se queda junto a la mesa, pensativa.

ALFONSITO: ¿Pasa algo?

CORNELIA: No… ¿Y a vos?

ALFONSITO: No… ¿Estás muy cansada?

Cornelia se sienta en el sillón.

CORNELIA: Hoy es un día difícil. Me acuerdo mucho de Alfonso. Todos estos días fueron bastante complicados. Siempre que se acerca la fecha de su muerte me agarra algo acá. Me dura unos días y después se va. Yo sé que es así, pero no me acostumbro. Espero que pase. El único remedio es esperar que pase. Y no es un remedio muy efectivo.

ALFONSITO: Cuando papá volvía de un viaje, me abrazaba fuerte, frotaba su mejilla contra la mía. Éramos como dos animales reconociéndose. Los dos ahí, el padre y el hijo, frotándonos las mejillas, sintiéndonos los olores… Pero no éramos animales fuertes. Era una sensación de fragilidad compartida.

CORNELIA: Eran frágiles y hermosos.

ALFONSITO: No nos conocíamos. Estábamos tratando, pero no nos conocíamos.

Pausa.

ALFONSITO: ¿Qué te quedaste pensando?

CORNELIA: En vos pienso.

ALFONSITO: ¿Qué pensás?

CORNELIA: Me da la sensación de que no podés distinguir tus propios pensamientos de la realidad.

ALFONSITO: ¿Se pueden distinguir?

CORNELIA: Por supuesto que se pueden distinguir.

ALFONSITO: ¿Y cómo sabés que lo que estás diciendo de mí es «la realidad» y no tus propios pensamientos?

CORNELIA: Es lo que yo veo, que andás siempre tan serio, como rodeado de nubes en la cabeza…

ALFONSITO: ¿Ésa es la realidad? ¿Qué tengo nubes dándome vueltas por la cabeza? ¿Vos ves nubes acá?

CORNELIA: Es una forma de decir.

ALFONSITO: Siempre igual… Pero es tu forma de decir. Son tus nubes y es mi cabeza.

CORNELIA: Es lo mismo.

ALFONSITO: No es lo mismo. Es tu pensamiento. Sos vos la que ve nublado, no yo.

CORNELIA: ¿Puedo decirte algo?

ALFONSITO: Mamá…

CORNELIA: Bueno, no digo nada.

ALFONSITO: Ya sé lo que me vas a decir.

CORNELIA: ¿Qué voy a decir?

ALFONSITO: No hace falta…

CORNELIA: Me preguntaste, te estoy diciendo.

ALFONSITO: ¡Yo no te pregunté nada!

CORNELIA: ¿Ves?

ALFONSITO: ¿Qué?

CORNELIA: Reaccionás… No se te puede decir nada.

ALFONSITO: No reacciono.

CORNELIA: Qué tonto te ponés. Pero tengo razón. (Haciendo un gesto de nubes en la cabeza.) –Vos sabés que tengo razón.

Cornelia se ríe.

ALFONSITO: ¿Qué?

CORNELIA: ¿Te acordás cuando jugábamos a ese juego, que yo juntaba el aire en la boca y se me inflaban los cachetes?

ALFONSITO: Sí.

CORNELIA: Yo adoraba ese juego, la carita que ponías cuando me hacías pasar el aire de un cachete al otro. Vení…

ALFONSITO: ¿Qué?

CORNELIA: Vení, no seas tonto.

ALFONSITO: No… (Al final accede a desgano.) – ¿Qué querés?

Alfonsito se levanta y se acerca a ella. Cornelia infla los cachetes. Él apoya una mano sobre el cachete de ella. Inmediatamente, Cornelia hace pasar el aire al otro cachete. Repiten varias veces ese ir y venir del aire dentro de la boca de Cornelia.

ALFONSITO: Este juego va a durar para siempre.

CORNELIA: Sos un nene malcriado.

ALFONSITO: Y vos sos mi hermana mayor.

CORNELIA: Eso decían siempre que nos veían juntos.

ALFONSITO: Sí.

CORNELIA: Yo estoy. Siempre estoy. Si te hablo me escuchás. ¿O no?

ALFONSITO: Sí.

CORNELIA: Estoy.

ALFONSITO: Sí…

CORNELIA: Siempre voy a estar.

ALFONSITO: Sí.

CORNELIA: Podés hablar.

ALFONSITO: Mamá…

CORNELIA: Está bien, está bien… ¿Querés torta?

ALFONSITO: ¿De Sulpicia?

CORNELIA: Dejó hecha, sí.

Alfonsito se sirve.

ALFONSITO: ¿Vos querés?

CORNELIA: No, comé vos.

Alfonsito come, Cornelia lo mira comer.

ALFONSITO: Todavía no hablamos de Castelar.

CORNELIA: ¿Querés hablar de Castelar?

ALFONSITO: ¿Preferís descansar un rato?

CORNELIA: Estoy bien.

ALFONSITO: ¿Cómo era la casa?

CORNELIA: La hicieron mis padres. Pobres, no la pudieron disfrutar mucho porque al poco tiempo de terminarla tuvieron el accidente. Los cuartos daban a la calle, para aprovechar el sol.

ALFONSITO: Ahora la demolieron, ¿no?

CORNELIA: Hicieron un edificio. Está muy cambiado, horrible…

ALFONSITO: En las fotos se ve un jardín bastante grande.

CORNELIA: Rodeaba toda la casa. En la entrada había un pino gris y una magnolia… Después en Parque Leloir cuando nos mudamos con tu padre, quise plantar esa magnolia pero no prendió. Había ceibos, nísperos, limoneros, moras… Me metía adentro de las moras y las juntaba para hacer dulce…

ALFONSITO: Sulpicia lo hacía…

CORNELIA: Sulpicia sí. También había una quinta atrás, con tomates, lechugas, berenjenas… Hacíamos las berenjenas y los morrones en escabeche y los guardábamos en frascos en un altillo grande que había, como una despensa. Yo iba ahí y me quedaba solita pensando. Veía también las trampas para los ratones. Le ponían queso y alguna vez vi un ratón. Me quedaba mucho tiempo ahí en el altillo, pensando, dando vueltas, jugando…

ALFONSITO: ¿Tu infancia fue muy solitaria?

CORNELIA: Bastante. Especialmente después de la muerte de mis padres…

ALFONSITO: ¿Y tu hermano?

CORNELIA: Lorenzo me cuidaba pero no me daba mucha bolilla. Era más grande, estaba en la suya, con sus amigos… Estaba poco en casa… Yo estaba mucho con los animales, los perros, los pájaros, había canarios, cardenales. Limpiaba las jaulas.

ALFONSITO: ¿Sabés que tengo una foto tuya vestida de bailarina española?

CORNELIA: Ah, ¿vos la tenés?

ALFONSITO: Sí.

CORNELIA: ¿Y por qué la tenés vos? Yo no te la di…

ALFONSITO: Me la diste vos mamá… ¿De cuándo es?

CORNELIA: Es de cuando bailé en el Gran Castelar. Malagueña, minué y jota aragonesa.

ALFONSITO: Tu cara está radiante, tenés los cachetes rojos, aunque es en blanco y negro.

CORNELIA: Me gustaba mucho bailar. Es una de las cosas que más extraño, bailar.

ALFONSITO: ¿No extrañás nada más?

CORNELIA: ¿De la infancia? No… No fue una infancia… Juntaba mucha angustia durante el día y a la noche pensaba en la muerte y me ahogaba, no podía respirar. Mi hermano abría la ventana y me ponía la cara apretada contra el mosquitero. «¿Cómo no podés respirar si estás respirando?», me decía. Hasta que se hartó de que lo despertara todas las noches y me llevó a un médico. Me revisó y me dijo que no tenía nada, que eran los nervios. Igual me recetó una pastilla, un Belargal y una copa de cognac. Imaginate entonces cuando lo conocí a tu padre, fue una salvación. Fue como salir del encierro. Con Alfonso se me fue yendo el miedo. Empecé a hablar más, me vestía distinto… me maquillaba, a él le gustaba eso. Nunca me había puesto una gota de maquillaje. Me encantaba complacerlo, que me mirara, que me pidiera cosas. Íbamos a cenar y a bailar, a esos lugares que había antes, que cenabas o tomabas una copa y después bailabas. Boleros, música brasilera… Era una música tan linda…

ALFONSITO: Salían seguido, casi todas las noches.

CORNELIA: Sí…

ALFONSITO: A mí me dejaban con Sulpicia…

CORNELIA: Claro…

ALFONSITO: Odiaba que se fueran y me dejaran con ella.

CORNELIA: ¿Sí? Si Sulpicia te cuidaba…

ALFONSITO: No es por eso… Me quedaba en la puerta de casa esperando como un perrito.

CORNELIA: Ahh… Como un perrito….

ALFONSITO: Y después nos pasábamos toda la noche jugando a las cartas. Chinchón…

CORNELIA: Chinchón te enseñé yo…

ALFONSITO:… escoba de quince, truco de dos, aburridísimo el truco de dos… ¿Sabés lo que hacía cuando ustedes se iban? Me encerraba en el baño con la radio de papá, la prendía y me ponía a bailar frente al espejo. Horas me podía pasar a así… Hasta que Sulpicia me golpeaba la puerta y me mandaba a dormir. Yo trataba de quedarme despierto esperando que ustedes llegaran, hacía fuerza, pero me quedaba dormido, nunca llegaban.

Alfonsito se levanta y se aleja un poco.

CORNELIA: ¿Me vas a mostrar lo que filmaste?

ALFONSITO: Ahora no, mamá, tengo que editar primero, falta…

CORNELIA: Está bien, está bien…

ALFONSITO: Te prometo que te voy a mostrar a vos antes que a nadie.

CORNELIA: ¿Antes que a nadie? Me gusta eso. ¿Cómo se va a llamar?

ALFONSITO: ¿Qué cosa?

CORNELIA: (Señalando a la cámara.) –Eso… La película…

ALFONSITO: No es una película, es un documental…

CORNELIA: Bueno, el documental…

ALFONSITO: La reina de Castelar.

Comienza a escucharse una música.

CORNELIA: La reina de Castelar.

Sube el volumen de la música mientras baja la luz hasta el apagón. 

 

 

Leer la obra original de Miguel de Cervantes:

La señora Cornelia