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PERSONAJES

ÉL

ELLA

PADRE

MADRE

M

J

 

1. EL VIAJE

ÉL está armando un bolso. Agarra ropa, la dobla y la guarda. Se acerca el padre que lo mira sin que ÉL se dé cuenta.

 

PADRE: Dejá eso.

ÉL sigue en lo suyo.

PADRE: Dejá eso, che.

ÉL: ¿Qué?

PADRE: Vení para acá

ÉL: ¿No te podés acercar vos?

PADRE: No seas pendejo.

ÉL: Vos no te hagas…

PADRE: ¿Que no me haga qué?

ÉL: Nada.

PADRE: Pero vení dale…

ÉL deja lo que está haciendo y se para delante del padre. El padre le da un abrazo.

ÉL: ¿Qué hacés?

PADRE: (Lo suelta.) –Nada, disculpame.

ÉL: ¿Qué pasa pa?

PADRE: Es que estás tan grande.

ÉL: Ey, pa…

PADRE: No me hagas caso. ¿Es hoy?

ÉL: Tranquilo.

PADRE: Te pregunto si es hoy.

ÉL: No sé, quizá sí.

PADRE: Te ayudo entonces.

ÉL: No hace falta.

Padre va hacia el bolso.

ÉL: Pará pa.

PADRE: No mariconees. Todo mal doblado hijo. (Saca una remera hecha un bollo.) – ¿Te parece bien esto así?

ÉL: Son mis cosas.

PADRE: Con los pies parece que lo armaste.

ÉL: Estaba apurado.

Padre saca unos papeles.

PADRE: ¿Y esto?

ÉL: Algo que me escribió Juana.

PADRE: ¿Una cartita de amor?

ÉL: Tema mío.

PADRE: ¿Sabés los bolsos que me armaba yo para ir de campamento?

ÉL: Yo no me voy de campamento.

PADRE: Le afanábamos el auto a tu abuelo y con tus tíos agarrábamos camino a Luján. Una vez nos quedamos cinco días. Con la policía cayó el abuelo, el quilombo que se armó…

ÉL: ¿Pa?

PADRE: ¿Qué?

ÉL: Nada.

PADRE: Una vez en Junín salimos a cazar chanchos. Era de noche, ni luna había. Escuché un ruido, algo que se movía en los arbustos. (Se señala la frente.) –Acá le di. Cayó redondo el bicho. Pasame esa campera.

ÉL: ¿Tanto frío decís que va a hacer?

PADRE: El calor de un hombre no se compara ni con el invierno más cruel. Esta remera está sucia. ¿Quién decía esto?

ÉL: ¿El abuelo?

PADRE: No. Un presidente que no me acuerdo el nombre.

ÉL: ¿Tenés una foto de mamá para llevar?

PADRE: (Deja de acomodar, lo mira.) –Te miro y veo más que un hombre. Me veo a mí, a mi viejo. A un país entero detrás de esos ojos. ¡Mierda! Cómo flamean esos ojos, parecen banderas. Alcanzame ese paquete que está ahí.

ÉL lo abre, es una navaja suiza.

PADRE: Es una pavada. Para que carnees algún chancho.

ÉL: ¿Pa?

PADRE: ¿Este jarrito lo llevás?

ÉL: ¿Pa?

PADRE: ¿Qué hijito?

ÉL: ¿Está mal tener un poco de miedo?

PADRE: ¿Cómo?

ÉL: No digo mucho. Sólo un poco.

PADRE: Tiene muchísimos usos, hasta abrelatas tiene.

ÉL: ¿Me escuchaste?

PADRE: Descorchador también, destornillador…

ÉL: Es importante…

PADRE: Por supuesto que está mal. ¿Me tomás por idiota? ¿Qué pasaría si todos los demás pensaran como vos?

ÉL: No te digo lo que piensan ellos, te digo lo que pienso yo.

PADRE: Pensaría que sos un cagón. (Silencio.) –Agarrá otras medias, están agujereadas éstas.

Va a buscarlas y vuelve.

ÉL: Me voy a poner doble camiseta y calzoncillo largo.

PADRE: Estoy tan orgulloso de vos. ¡Qué hijo tengo carajo!

ÉL: Y el cepillo de dientes me olvidaba.

PADRE: Sabés lo que pasa hijito. Hay oportunidades que te tocan, de casualidad, sin saber por qué. Pero algunas te eligen. Y esas oportunidades son las que te convierten en un hombre. ¿Sabés quién dijo eso?

ÉL: ¿Un presidente que no te acordás el nombre?

PADRE: No. El abuelo.

Cierra el bolso.

ÉL: Pa.

PADRE: ¿Qué querés?

ÉL: Tenés razón. Soy un tonto.

PADRE: Te amo hijo.

El  padre se va. ÉL queda ahí parado, empieza a mirar el cielo. Luz sobre ELLA.

ELLA: (Al público.) –Es 27 de marzo de 1982. Tenemos 18 años. Él (Lo señala.) –está en la terraza de la casa de mi mamá en Mataderos. El sol pica, da golpecitos. Estoy descalza, baldeamos hace un rato. Me gusta estar al sol. Todavía queda un poco de agua entre las baldosas. La unión de las baldosas, esa liñita… ¿Cómo se llama? Bueno, eso. Tengo los pies mojados. Me refresca. Sé que no tiene sentido pensar esto. Pero nos arrancaría de este lugar para siempre. (Lo señala.) –Es un tonto, ¡se va a caer!

ÉL: ¿Ves esa nube?

ELLA: ¿Cuál?

ÉL: Esa.

ELLA: ¿Esa?

ÉL: No. Esa.

ELLA: ¡Y sí! ¡Esa!

ÉL: No. ¡Esa!

ELLA: Ah… esa.

ÉL: Esa, sí.

ELLA: ¿Tanto lío por una nube?

ÉL: Igual a vos.

ELLA: ¿Por?

ÉL: Esponjosa como tus cachetes.

ELLA: ¿Qué decís? ¡Mi cara no es así!

ÉL: (Le toca la cola.) –Estos decía.

ELLA: ¡Tonto! (A público.) –Se aleja un poco para ver más de cerca la nube. Se asoma. Tiene medio cuerpo afuera. La baranda le aprieta la panza.

ÉL: Parece la barba de un rabino. ¡No! ¡Ya sé! ¿Viste esas fotografías de la tierra sacadas desde el espacio? Aunque tiene pinta de canasta de mimbre también…

ELLA: (A público.) –Agarro una ojota y se la tiro por la cabeza.

ÉL: ¡Ey! ¿Qué hacés?

ELLA se mueve en cámara lenta e inflando los cachetes.

ÉL: ¿Qué hacés?

ELLA: Me convierto en nube para que me mires.

ÉL: Vos me gustás un poco más. Por lo esponjosa.

ELLA: ¿Te acordás cuando me dijiste que por mi te tirarías al tanque de agua? Acto seguido: te tiraste.

ÉL: ¡No fue así!

ELLA: ¿Y cómo fue?

ÉL: Un día me preguntaste si te quería. «Claro que te quiero», dije. Acto seguido me empujaste al tanque de agua.

ELLA: ¡No!

ÉL: ¡Sí!

ELLA: ¡No! Bueno sí… pero me dijiste que me querías.

ÉL: ¿Qué tiene que ver?

ELLA: Fue por amor entonces.

ÉL: ¡Fue por un empujón!

ELLA: Es que no sonaste muy convincente.

ÉL: (A público.) –Nos empezamos a reír. Nos abrazamos.

ELLA: ¿Me abrazás?

ÉL: (A público.) –Me dice.

ELLA: ¿Me abrazás?

ÉL: Sí.

ELLA: Perdón que diga esto. Sé que soy una tonta. Pero… ¿y si no te vuelvo a ver? ¿Si no volvemos a vernos?

ÉL: ¿Qué decís?

ELLA: Ya sé, pero…

ÉL: Te prometo por toda el agua de este tanque.

ELLA: ¡No es tanta!

ÉL: Bueno, por el agua de este tanque y por el agua de todos los tanques de todas las terrazas de Mataderos…

ELLA: (A público.) –Lo miro pero no digo nada.

ÉL: Por el agua de las Cataratas de Iguazú. Porque se vacíen las piletas. Por el agua de las mangueras que usan los porteros para lavar las veredas y que se pongan a llorar todos los chicos. ¡Por el agua de los carnavales!

ELLA le tapa la boca con la mano.

ELLA: Nos arrancaría de este lugar para siempre. (A público.) –Lo beso.

ÉL: ¿Prometido?

ELLA: Prometido. (A público.) –Se escuchan pasos en la escalera. Es mi mamá.

MADRE: ¿Qué hacen acá? Se van a asar acá arriba. Hace como cincuenta grados.

ÉL: Estamos bien, muchas gracias. ¿Cómo le va?

MADRE: ¿Vieron el cielo? Lejos. Cuando se pone finito como la ranura de un buzón.

ELLA: Horizonte se llama, mamá.

MADRE: Eso. Está rojo.

ÉL: Serán luces.

ELLA: La autopista.

MADRE: No.

ELLA: ¿No?

MADRE: Justo donde no hay nada.

ELLA: ¿Nada? Nunca hay nada ma. (Se ríen sin que la madre los vea.)

MADRE: No me entendés. ¿Vieron ese lugar del cielo? El que está más lejos. Donde parece que no hay nada, que no puede haber nada.

ÉL: ¿Perspectiva será?

MADRE: ¿Perspectiva?

ÉL: Sí, por la perspectiva quizá.

MADRE: ¡Ven! Ahí. Está rojo. Pero no como cuando amanece. Rojo. Rojo fuego.

ELLA: (A público.) –No sé por qué, pero le aprieto fuerte la mano a él. Se escuchan ruidos de motores a lo lejos.

MADRE: Nos vamos a incendiar. Va a caer fuego del cielo. Como la nieve. Todo se prende. Los autos, la gente. Los perros corren como antorchas encendidas.

ELLA: ¡Ay mamá!

MADRE: Todo va a ser fuego. Habría que dar vuelta el océano y vaciar los mares para apagarlo.

ELLA: (A público.) –El motor se escucha cada vez más cerca.

MADRE: Hasta el agua se prende fuego.  A veces pasa. Algunos lugares se inundan. El nuestro se prende fuego.

ELLA: (A público.) –El motor llega y se detiene. Es un camión. Lo vinieron a buscar.

Se apaga la luz en este lado del escenario. Se enciende sobre M y J que están frente a un gran espejo. Forcejean. Finalmente J no logra ayudarla. M se saca la peluca, queda con el apósito en la mano.

M: ¡¿Pero sos boludo?! ¡¿Nada podés hacer?!

J: Sorry.

M: ¿Qué sorry? Nada de inglés dijimos.

J: Sorry.

M: Sos un boludo.

J: Perdón.

M: Vamos mejorando. ¿Me sale bien?

J: A usted todo le sale bien.

M: ¿Querés que te cague a trompadas?

J: So… perdón.

M: ¿Me sale bien el «boludo»? Bo-lu-do.

J: Le sale muy bien.

M: Felicitame entonces. Dame uno.

J: ¿Cigarrillo?

M: Beso. Tenemos que cuidar los detalles, no comen vidrio estos pibes. Es importante estar a su nivel. (Le muestra la peluca.) –Esto por ejemplo. ¡Imagínate si me ven rubia! Pelo negro, como ellos.

J: Morocho.

M: Moroco.

J: Morocho.

M: Moroco.

J: Cho.

M: Cho.

J: Morocho

M: Moroco.

J: Eso.

M: Sos buen docente. Dame otro pico. ¿Cuadro de situación?

J: Prometedor.

M: ¿Vas a contar?

J: Si usted quiere.

M: ¡Hablá! ¿O querés la alfombra roja?

J: Tenemos en la mira dos sujetos, perdidamente enamorados, dispuestos a todo por amor.  Sujeto «a» emprendió viaje, sujeto «b», espera.

M: Parece una novela. ¿Características?

J: «B», bellísima.

M: Interesante.

J: Una maldición parece haber caído sobre su cabeza. Perdió la hermosura.

M: Pobrecita. Quiero verla.

J: Sujeto «a» apareció desarmado entre los pastizales, mató varios hombres, lo tenemos cautivo.

M: Buen trabajo. A propósito: ¿qué es un patagónico?

J: Algún tipo de insecto.

M: Me imaginaba. Llevame a la ducha.

J: ¿Lleno la bañera o algo más rápido?

M: Lo que prefieras, nos bañamos juntos.

Se van.

 

2. LA GUERRA

Luz puntual sobre ÉL.

ÉL: (A público) –Bananas con dulce de leche. No descarto el shimmy, la manzana con azúcar y el candial (yema de huevo y un chorrito de cognac). Pero las bananas con dulce de leche siempre delante. Nunca detrás del shimmy, la manzana con azúcar y el candial (yema de huevo y un chorrito de cognac). Peras asadas, guindas, chupetines, chupetines chicle, pirulines, pochoclo, alfajores, cocoas… bueno las cocoas… pero los budines, las almendras, el pistacho, la ricota, la torta de ricota, los flanes, ¡los flanes! No, no, no… bananas con dulce de leche, sí, sí, sí… mi abuela me las… viene alguien. Era el viento… cuando llegué a las islas lo primero que me sorprendió fue no ver la costa cerca. No sé, me las imaginé, siempre que me las imaginaba como dos puntitos en el mapa. (Mira para arriba.) –Una capa de lluvia fina como una sábana cubre el cielo. Trato de no pensar en las cosas que extraño, pero si eligiera algo, una de esas cosas sería mi cama de una plaza. Apenas Juana volvió de esas vacaciones, nos metimos bajo las sábanas. Hicimos el amor abrazados. No había espacio para nada, pero parecía enorme. Abrazarla era gigante. Me parece que cuando digo cama, extraño a Juana. Qué extraño.

ÉL queda a oscuras mientras, vemos llegar a ELLA a la casa del padre. Tiene un paquete en la mano, la puerta está entreabierta.

ELLA: ¿Se puede?

El padre entra con la oreja pegada a una radio portátil.

PADRE: Hola, ¿cómo estás?

ELLA: Traje un postre.

PADRE: Qué vergüenza, no te hubieras molestado.

ELLA: Es el que le gusta a él.

PADRE: Que mal criado este pendejo.

ELLA: Espero que le guste el dulce de leche.

PADRE: Mmm…

ELLA: ¿Le gusta?

PADRE: No.

ELLA: Ah…

PADRE: Pero no importa. Te agradezco mucho.

Silencio.

ELLA: Bueno, chau.

PADRE: Chau. ¡No! Pasá, vení, ponete cómoda. Es que estaba con la radio, de repente pasan un comunicado, ¿viste? Pura música por ahora.

ELLA: Mi mamá tiene las dos al mismo tiempo.

PADRE: ¿Una AM, otra FM?

ELLA: No, la radio y la televisión.

Ríen apenas.

ELLA: Hace varios días que no…

PADRE: Voy a poner esto en la heladera.

Padre sale, ELLA queda sola, se escucha la radio de fondo.

PADRE: ¿Qué me decías?

ELLA: No, que no deje pasar muchos días, así no se pudre.

PADRE: Seguro. (Sube el volumen de la radio.) –Escuché que anoche hubo una brava. Decían que el cielo estaba todo iluminado. Un avión atrás de otro. Parecía que hacían fila.

ELLA: Lo mejor antes de comerla es ponerla un ratito en el congelador.

PADRE: Es que Monte Longdon no lo ganamos todavía. Se está complicando entrar. No es buena zona, mucho pantano. Por suerte de arriba venimos bien. Nos quedan Exocet, tenemos los Chinook, 0900. Son infernales esos mosquitos. Pero bueno, ellos tienen a los Gurkas.

ELLA: ¿Qué es?

PADRE: La de hojaldre.

ELLA: Gurkas.

PADRE: Unos que si te agarran no lo contás. Mi preferida es la hojaldrada, es otra cosa… Hablo de mi paladar, del gusto mío.

ELLA: Esa no me sale. A él sí le gusta. Come de todo, pero no cocina ni un huevo frito.

Silencio.

PADRE: ¿Te abro?

ELLA: Apenas sepa me avisa, ¿no?

PADRE: Que te avise ¿qué?

ELLA: Que si usted puede me avisa.

PADRE: Sí.

ELLA: Me llama.

PADRE: No sé. Si tengo tiempo sí.

ELLA: Si no vuelvo a pasar.

PADRE: Sí. Te abro. (Va hacia la puerta.)

ELLA: Hace varias semanas que no sabemos nada de él.

PADRE: Ya vamos a tener noticias.

Padre abre la puerta.

PADRE: Gracias por el…

ELLA: Postre de bananas. Él le puso así.

PADRE: Chau.

En la puerta.

ELLA: Hoy me desperté con la boca salada. Se ve que lloré dormida. No sé por qué le cuento esto.

PADRE: No sé.

ELLA: Me voy. Es que pasó tiempo y…

PADRE: ¿Y?

ELLA: Me da vergüenza decirlo.

PADRE: Entonces no digas nada.

ELLA: Su cara.

Silencio.

PADRE: ¿Qué pasa con mi cara?

ELLA: La de él.

PADRE: ¿Qué pasa?

ELLA: Se me desdibuja, es como una sombra.

PADRE: ¿Qué me querés decir con esto?

ELLA: No, nada.

PADRE: ¿Entonces que querés?

ELLA: No sé, el postre y…

PADRE: No te parece bastante con tener que estar con la oreja pegada a esta radio de mierda como para que además tengas el descaro de decirme…

ELLA: ¿Qué estoy diciendo?

PADRE: Lo que me estás diciendo.

ELLA: Perdón. (Va a abrazarlo. Padre la frena.) – ¿Me puedo quedar a dormir?

PADRE: ¿Qué?

ELLA: Me voy.

PADRE: Estás acá paveando mientras él está dando la vida allá.

ELLA: Yo lo quiero acá.

PADRE: No entendés.

ELLA: Usted no entiende. No tiene sentido.

PADRE: Es nuestro suelo querida.

ELLA: ¡¿Por qué lo dejó ir?!

PADRE: ¿Qué decís? Vos no entendés nada. Se está cagando de frío allá por nosotros. Para devolvernos lo que es nuestro, ¡lo que nos robaron!

ELLA: ¡¿A mí qué me importa eso?!

PADRE: ¡¡Es la tierra que vos pisás, que yo piso, que pisó mi padre y que amó mi abuelo!!

ELLA: Yo sólo lo quiero a él. A mí me alcanza con amarlo a él.

Sale corriendo y se encuentra con los brazos de M. El padre va hacia el teléfono. Marca un número. Nadie responde. Vuelve a intentar. Cuelga de un golpe. Se oscurece la casa del padre, ELLA está en brazos de M.

M: La primera noche que soñaste conmigo, soñaste con él también. Que no tenía cara. Lloraste dormida corazón, la almohada mojada. Te despertaste pensando que te habías olvidado para siempre. Pero cuando te secaste la cara con las manos ahí la encontraste, ¿no? (ELLA asiente.) –De repente, en la palma de tu mano pudiste ver su cara. «¿Es posible que quepa acá?» te preguntaste. «Tan chiquita. Su rostro de tigre en mi pequeña mano. No sé si es su cara o mi mano lo que veo. ¿Pero no es lo mismo? ¿Ver su cara en mi mano y mi mano en su cara? Lo que sea, pero yo la veo» eso dijiste.

ELLA: ¿Quién es usted?

M: ¿Me vas a decir que no me reconocés?

ELLA: Ah… sí.

M: ¿Te gusta mi pelo «moroco»?

ELLA: ¿Qué quiere?

M: ¿Qué querés que te diga?

ELLA: Hábleme como quiera.

M: Como quiera no.

ELLA: Como usted prefiera.

M: No querida, si hablara como quisiera no entenderías nada. Porque yo hablo inglés. ¿No te gustaría ser inglesa?

ELLA: Mataderos. De Mataderos soy.

M: Buena carne. ¿Por qué no te sentás? Vení. Sentate en mis rodillas. Son rodillas inglesas. Fuertes. Imaginate que hay un barco acá. Here. Que se mece. Navega entre las olas, y adentro de mi concha está tu novio. Se agarra de las paredes de mi vagina, pide auxilio. Lo ayudarías. Lo ayudarías, ¿no?

ELLA: Sí.

M: Did you?

ELLA: Sí.

M: Vení, porteñita inglesa.

ELLA: ¿Voy?

M: Mi casa es tu casa. Mi pussy es tu pussy. Date un chapuzón en mi Inglaterra. Mojate los pies, después metete entera. Vení a nadar entre mis piernas.

ÉL: ¡¡¡No!!!

ELLA se frena.

ELLA: No.

M: No, ¿dijiste?

ELLA: Sí.

Se aleja.

M: Tené cuidado. Los besos no dados quedan flotando en el aire, huérfanos de labios. Suben al cielo, mal aspectados, y de a poco se convierten en balas o espadas. Tené cuidado de los besos que no das, porque puede ser peligroso.

M desaparece. Se enciende la luz sobre la madre que está en la cocina de su casa. Le habla a ELLA que parece no prestarle atención.

MADRE: Tres litros de leche, dos kilos de azúcar y una chaucha de vainilla. Se pone todo a fuego lento en una olla como ésta. Después del hervor fuego lento, pero siempre revolviendo: dos horas. ¿Me estás escuchando?

ELLA: Sí.

MADRE: A ver ¿qué estoy diciendo?

ELLA: No sé.

MADRE: ¿Estás soñando?

ELLA: No sé.

MADRE: Hija, ¿te dejás de hacer la tonta? Vos me pediste que te enseñe.

ELLA: Sí.

MADRE: ¿Qué es lo más importante para que el dulce salga bien?

ELLA: Revolver.

MADRE: ¿Revolver con qué?

ELLA: Con cuchara de madera.

MADRE: Muy bien. Acordate que siempre va a ser un poco más chirlo que el comprado porque este es puro.

ELLA: Callate. Dame agua.

MADRE: ¿Te querés bañar?

ELLA: No. ¿Qué decís?

MADRE: Perdoname. No sé.

ELLA: ¿Por qué no te callás? Callate un poco por favor. No parás de hablar.

MADRE: En el horno tenés milanesas. (Se va.)

ELLA: ¿Mamá?

MADRE: ¿Qué hijita?

ELLA: Nada.

MADRE: Anoche escuché que dentro de poco parece que termina. No te quería decir nada para que no te hagas ilusiones, pero parece que hasta ganamos y todo.

ELLA: ¿De verdad?

MADRE: No te voy a mentir con algo así.

ELLA: ¿Puedo dormir en tu cama hoy?

MADRE: Claro que podés. Es que entra mucho frío por tu ventana.

ELLA: Sí.

MADRE: Podemos sumar un puré y comemos en la cama viendo una película. Voy al almacén.

ELLA: ¿Cómo me ves?

MADRE: ¿Qué?

ELLA: Eso.

MADRE: ¿Cómo te veo qué?

ELLA: Que cómo me ves. Eso.

MADRE: Bien.

ELLA: Comprame un chocolate también.

MADRE: Biznikke para vos, yo quiero un Shot.

ÉLLA: No me estás diciendo la verdad.

MADRE: Estás preciosa.

ELLA: No es cierto. Me miro al espejo y no me reconozco.

MADRE: ¿Por qué decís eso? ¿Un Shot o mejor un Tofi Blanco?

ELLA: Esa mierda se lo llevó a él, y se llevó mi cara también. Estoy horrible.

MADRE: Sos hermosa. Vení, sigamos haciendo el postre, che.

ELLA: Estoy soñando mucho con él.

MADRE: Es lindo soñar.

ELLA: No sé si son sueños lindos.

MADRE: A veces yo también tengo pesadillas, después me acuerdo y me río sola.

ELLA: Cierro los ojos y hago fuerzas para no soñar, pero no puedo. Aparece él. Hay mucho viento. Una señora me invita a su casa. No me gusta.

MADRE: No pienses en esas pavadas mi amor. Hoy sueño por las dos, sueño doble así descansas. ¿Querés? Me voy a destender la ropa que si no me va a cerrar el almacén.

ELLA: ¿Mamá? Lo voy a esperar. No me voy a mover de acá hasta que vuelva. No me importa si me hago vieja o si me muero esperándolo. No quiero hablar, pero me siento tan chiquita sin él. Como un papelito que vuela por el aire cerca del sol. Y que se quema. Voy a estar acá hasta ese día. Y si hace falta quemar mi vida, prenderme fuego por esperarlo, lo voy a hacer.

Se apaga la luz en la casa de la madre y se enciende en las islas sobre ÉL.

ÉL: (A público.) –Cuando me despertaba mi papá, la ventaja de eso, era que el Nesquik era más rico. Cuando me despertaba mamá no había ventaja. Leche con nata. Si me levantaba el abuelo, era domingo. Y si me despertaba sólo rogaba que faltaran dos horas más por lo menos y me hundía en la almohada para que ni un poco de luz entrara por los ojos. Hoy me despertó una bomba. Bueno, eso también. Pero en verdad me despertó un sueño. Soñé que Juana está vestida de fiesta, es año nuevo. Me mira y se ríe. Tiene el sol metido en la boca. Su sonrisa brilla. La quiero abrazar como hago siempre, pero no puedo. Es muy extraño, está al lado mío, pero estiro los brazos y no llego. Entonces le pido que me abrace ella. «No ves que no tengo brazos», me dice. Y empieza a alejarse. Yo la sigo, pero ella siempre va un poco más adelante. Hay edificios altísimos por todos lados que tapan el cielo. Oscuridad. Corro para alcanzarla y es como si doblara en cada esquina. La pierdo de vista. Juana. Juana. Grito su nombre en el viento y escucho que también me llama. ¡¡Juana!! Hasta que no la veo más. Hasta que desaparece en el aire. Pero si mi voz no sirve para llegar hasta ella, ¿para qué la tengo? (Suena el teléfono en la casa del padre.) –¿Desde qué lugar hablo? (Suena el teléfono.) – ¿Desde dónde habla uno? (Se queda dormido.)

El teléfono siegue sonando, baja la luz sobre ÉL y se enciende sobre Padre que corre a atender.

PADRE: Hola ( ) Hola, más fuerte por favor ( ) No oigo nada ( ) ¿Sos vos? ( ) Hola, hola ( ) (Está por colgar, escucha que le hablan.) –Hola, acá estoy ( ) Sí, así es ( )  Si, soy yo ( ) No hace falta, dígame ( ) Aha ( ) Aha ( ) ¿Cuándo? ( ) Entiendo ( ) Aha ( ) Muchas gracias ( ) Gracias ( ) Viva la patria

Se oscurece la casa y se enciendo una luz puntual sobre la madre.

MADRE: (A público.) –Antes me espantaba la sensación de no tenerlos más. A los hijos digo. Uno los trae y piensa que eso es para siempre. Debe de ser la única cosa que uno piensa: esta cosa es para siempre. Pero los chicos crecen rápido. Como él (señala a ÉL que duerme.) –o como ella (la señala a ELLA.) –que duerme también. Estoy segura que en algún lugar de su sueño ellos se encuentran. Como dos planetas. Y así se hace más fácil vivir, o por lo menos dormir, cuando sabés que durmiendo otro te sueña. Por eso digo que ella no es mía. Los hijos no son de nadie. En tal caso ellos mismo saben, ¿no? En esos dos algo hay. Como la mariposa y el viento, no se sabe quién empuja a quién. Ya destendí la ropa, la casa es grande. Me queda toda la tarde hasta que sea de noche y ya no se qué hacer…

 

3. LOS SUEÑOS SE PARECEN TANTO

J se acerca a ÉL que está dormido en el piso.

J: ¿Estás herido?

ÉL: (Se incorpora de golpe.) – ¿Quién sos?

J: Me llamo Therry, subteniente del regimiento seis. Soy de New Forest, en realidad de una ciudad cercana pero desconocida. ¿Conocés New Forest? ¿Qué vas a conocer?

ÉL: Inglés.

J: Pensé que mi español lo iba a disimular bastante. «¿Bastante?» ¿Se dice así?

ÉL busca su arma, no la encuentra.

J: La de anoche fue tremenda. Tranquilo, yo también perdí mi arma. Las esquirlas saltaban por todos lados. Perdí seis hombres. Volaban piernas, brazos. Yo estoy vivo de milagro. No me puedo quejar. ¿Me puedo sentar?

ÉL: ¿Qué querés?

J: La paz. No, mentira. Bah, yo sí, claro, como vos. Pero eso no lo decidimos nosotros. Ni morir podemos decidir.

ÉL: ¿Tu gente?

J: ¿My people? Se fueron. Me dejaron tirado. En la avanzada los perdí de vista y cuando nos replegamos no los vi más. No volvieron. Seguramente me dieron por muerto. En unas horas van a golpear la puerta de la casa de mi mamá en New Forest y le van a decir «señora, su hijo es un héroe de guerra». Mi madre va a llorar, mi hermana va a tener que dejar por la mitad la bufanda que me estaba tejiendo y yo me voy a morir de hambre y frío en estas islas de mierda. Hubiera preferido morir anoche como mi amigo Charles. Él ahora está frío, pero no tiene frío.

ÉL: A mí me van a venir a buscar. Solamente me quedé dormido.

J: Tengo que decirte algo. Te mentí.

ÉL: ¿Qué?

J: El pelotón no me abandonó. Me escondí entre los matorrales. Los vi alejarse. Después la lluvia de misiles, vi caer a varios de mis compañeros. No pude hacer nada. Estaba inmóvil. Soy como dicen ustedes, un…

ÉL: Cagón.

J: Yes… (Silencio.)

ÉL: Hace unos días maté un tipo. Era algo que inevitablemente iba a pasar. Nos reconocimos por no ser parecidos en nada. Aunque hubo algo que sí me pareció familiar. El miedo se parece en todo el mundo. La mirada está velada, y las cosas caen de pronto, en un velo, ¿no? Eso es el miedo, sí. Los ojos velados. Yo disparé primero… qué sé yo por qué… todavía puedo escuchar el ruido de su cuerpo cayendo. Me acerqué sin saber qué hacer y le pedí perdón. Por él, por mí. Qué sé yo, me sentí en ese momento responsable de todo en general y le pedí perdón.

J: Mi abuelo me dijo cuando cumplí doce años: «Hijo». No sé por qué no me decía nieto, pero viste que allá usamos mucho son. Entonces me dice: «Hijo. Son: si algún día vas a una guerra, hacé todo lo que tengas que hacer: matá, devorá, aniquilá. Pero procurá una sola cosa ante todo, no volver».

ÉL: Ayer fue distinto. Él no sabía que estaba ahí. Yo, arriba de una loma, él a orillas del mar. Quizá pensaba en una novia o en su hijo, no sé. Le disparé desde ahí, se desvaneció enseguida. Corrí hasta donde estaba, el agua le mojaba los pies. Lo di vuelta para desarmarlo, todavía tenía los ojos abiertos. Me miraba de una forma… le apunté a la garganta y vacié el cargador. Tenía tantos agujeros que las olas entraban y salían por el cuello. Pero él seguía con los ojos abiertos. Dejé el arma y le hundí los párpados con los dedos. Saltaba sangre. Podía sentir cómo le explotaban y con los pulgares parecía que llegaba hasta el cerebro. Me saqué el uniforme y me bañé en el mar. Casi me congelo. Después el agua me trajo hasta acá.

J: Y te quedaste dormido.

ÉL: ¿Qué?

J: Te encontré un poco antes de que te despiertes. Estabas soñando.

ÉL: ¿Cómos sabés?

J: Te movías para todos lados y nombrabas a alguien.

ÉL: ¿Sí?

J: ¿No?

ÉL: Juana.

J: Juana.

ÉL: Sí.

J: ¿Es tu novia?

ÉL: Nos vamos a casar.

J: Claro.

ÉL: Me está esperando, nos vamos a casar.

J se levanta y se aleja unos pasos.

J: Perdoname hermano. Te mentí dos veces.

ÉL: ¿Qué?

J: No estoy desarmado.

Le apunta.

ÉL: ¿Qué?

J: Así que levantate negro sudaca hijo de una gran puta si no querés que te vuele la cabeza de un plumazo, y a la puta de tu novia le lleguen los pedazos de tu sucio cerebro de argentino negro de mierda son of a beach!!!

Salen mientras J le apunta, se enciende la luz sobre ELLA.

ELLA: (A público.) –Lo supe antes que pase todo. No sé por qué lo supe, pero sé que lo sabía. Pero créanme que esa tarde de junio de 1982, yo estaba tendiendo la ropa en la soga, el olor a limpio me inundaba. Y en un momento miré el cielo. No por nada en especial. Lo miré por mirarlo como una lo mira… y fue un segundo. Así. Y lo supe. Me quedé quieta sin saber qué hacer. Yo lo sabía. Una semana después llegó la carta. Así nomás, así de simple. ¿Cómo se escribe la muerte? No es un racimo de uvas. No es un barco. No es una canción, ni mucho menos dos agujas. Es la muerte, y yo no sé cómo se escribe

Se apaga la luz de ELLA. Aparece M vestida de gala, J lo entra atado a ÉL.

M: ¡Al fin nos conocemos! Me hablaron muchísimo de vos. Lástima que tengamos este temita, ¿no? Joe te habrá contado. Acá es bien fácil, el que las hace las paga. Escuchame, rompés un plato, y bueno macho, eso tiene un precio. ¿Me querés decir para qué mierda clavaron esa banderita ahí? ¿Vos me entendés? ¿Se me entiende Joe?

J: Su español es perfecto

M: Hay alguien que te quiere ver y que estoy segura que vos también querés ver.

ÉL: ¿Juana está acá?

M: ¿Si te digo que sí te ponés contento?

ÉL: ¿Está o no está?

M: Cuánta ansiedad corazón… Sí, está.

ÉL intenta zafarse, J lo aprieta.

M: Tranquilo, vos relajate, va a estar todo bien.

ÉL: Quiero verla.

M: Mirá, ahí viene.

ELLA entra desde la oscuridad, tiene un vestido de fiesta. ÉL intenta ir hacia ELLA, J lo detiene.

M: Avanzás un paso y Joseph te vuela la cabeza. No nos pongamos nerviosos, ¿sí? Tomen asiento.

Quedan ÉL y ELLA sentados a distancia uno enfrente del otro.

M: Yo te entiendo que la ves y te derretís, si es un bombón. Pero lo que pasa querido es que vos estás siendo juzgado por cosas jodidas. Mataste tipos, hundiste barcos, bajaste helicópteros.

ÉL: ¿Yo hice todo eso?

M: No, yo. Sí pibe, bastante guachito estuviste. ¿Hay penas para esto Joe?

J: Hay.

M: Y decilas, ¿o querés que te anuncie con trompetas?

J: Pena de muerte.

ELLA: No puede ser.

M: A mí no me queda opción Juanita.

ELLA: ¿Pero en la guerra no se hacen esas cosas?

M: Se hacen hasta que me hincho las pelotas y se pudre todo. ¿Y qué pasó Joe?

J: Se las hinchó señora.

M: ¿Algo para decir pibe?

ÉL: Te quiero Juana.

M: Al no presentar defensa, el acusado se declara culpable.

J: ¿Disparo?

M: Cómo te gusta el bang bang, más que él te gusta. Esperá. No somos tan drásticos nosotros, ¿no Joe?

J: Sí, somos.

M: Tenés razón, pero hoy me agarraron fresca. Escuchame pibe, ¿vos te querés morir?

ÉL: No.

M: Y bueno… La verdad que a mí medio que me da lo mismo, pero parecés buen chico. Está difícil la situación, no es fácil. Hay una forma de… hacer algo. Un arreglito…

ELLA: Por favor.

M: Contales Joe.

J: El acusado, recientemente condenado, se compromete irrevocablemente a propiciar…

M: Cómo te gusta hablar difícil ¿eh?… Te lo resumo: prestame a la piba unos días y acá no pasó nada. Si te he visto no me acuerdo.

ÉL: ¿Qué?

M: ¿Sos sordo corazón? Que te la cuido uno días. Una semanita. Aprende inglés, me hace el té, unos masajitos en las piernas. Porque tengo retención de líquidos y mirá cómo tengo las gambas. ¿O no Joe?

J: A la miseria señora.

M: ¿Entendiste o te hago un dibujito?

ÉL: Dispare.

M: Sos duro nene…

ÉL: Dispare ahora.

M: Mirá qué machito que sos. ¿Por qué no le preguntás a ella qué quiere? No creo que se quiera quedar sin novio. ¿O sí preciosa?

Silencio.

J: ¿Disparo?

M: ¡Callate un poco Joe! ¡Aflojá con el pum pum querés! (A ÉL.) –Mirale esos ojitos… Ella es inteligente, ella sabe… Cinco minutos les doy. Joe, vigilalos, si se acerca agujereale la cabeza. Me voy a hacer un té.

Sale. J queda a unos metros de los dos.

ÉL: ¿Cómo estás?

ELLA: Cansada.

ÉL: Escuchame.

ELLA: No hables. (Señala a J.) –Yo ya sé todo.

ÉL: ¿Estás segura?

ELLA: Sí.

ÉL: Es horrible.

ELLA: Sí.

ÉL: (A J.) – ¡¿No podés mirar para otro lado?! ¡¿Tan inútil sos?! ¡¿Qué me mirás?!

ELLA: Sos tan fuerte… Dentro de poco va a haber pasado todo. Vamos a casarnos. ¿Todavía te querés casar conmigo?

ÉL: Sí.

ELLA: ¿Tenés miedo?

ÉL: No.

ELLA: Yo sí. Pero va a pasar. Ahí viene.

ÉL: No voy a poder.

ELLA: Vas. No vale la pena.

ÉL: ¿Qué querés?

ELLA: Salvarte.

ÉL: ¿Y de verdad pensás que esto es salvarme?

ELLA: Ahí vienen.

ÉL: Abrazame.

ELLA: No ves que no tengo brazos.

ÉL: ¿Con las piernas?

ELLA: No me hagas reír.

Entra M.

M: Bueno, bueno. Vamos con las formalidades, me lo exige el protocolo: (lee un papel.)–Desde la reglamentación del consejo de guerra de la corona, o sea nosotros, con los aquí presentes y el acusado, o sea ustedes. Las partes citadas se reúnen en dicho encuentro para resolver el pleito que bla bla bla. A lo que las partes se comprometen a un acuerdo, que es el temita que hablamos antes. Bue. ¿Y pibe?

Silencio.

M: Es sí o es no.

Silencio.

M: Levanta el arma Joseph.

J le apunta.

ÉL: Esperen. (Ligero cambio de luz, queda ÉL iluminado, los demás en sombra.) –Cuando el avión despegó esa noche, estaba empezando el día 28 de marzo de 1982. Miedo no tenía. Pensaba en Juana, en unos años. Me la imaginaba embarazada. Tan hermosa y gorda. Ella también se reía porque le decía que parecía una piñata. Mi piñata. Y adentro de Juana, Juana. ¿Cómo va a ser la cara de mi hija? En eso pensaba. Hasta que me miré las manos y la pude ver. Se dibujaba perfecta, en la palma de mi mano, la cara de mi hija. Cuando nazca, pensé, voy a poner mi mano al lado de su cara y compararlas. A ver si tengo razón, a ver si mi mano se parece a su cara. Después miré por la ventana y vi algo rojo que pensé que eran luces, pero no eran. Las nubes estaban densas, rojo oscuro. Era fuego. Era el cielo que se encendía. Llovía fuego. Pensaba en las estufas, en las velas de las tortas de los cumpleaños y en los grandes hornos de las pizzerías de Corrientes. Mmm, sí… muzzarella con jamón y morrón. Fugazzeta. Recosté la cabeza y me dormí. Soñé que el asiento era mi cama. Qué extraño, me parece que cuando digo cama, extraño a Juana.

Vuelve la luz general. J le sigue apuntando, los demás esperan.

J: ¡¿¡¿Qué hago?!?!

M: Y pibe, me estoy cansando.

Silencio.

M: ¿Sí o no?

Silencio.

ÉL: No.

M: What?

ELLA: ¿No?

ÉL: No.

M: Shoot him.

ELLA: ¿Qué?

ÉL: (A ELLA.) –Perdoname.

M: Matalo.

J dispara. Cae al suelo. Está muerto. ELLA corre hacia hasta ÉL, lo abraza. Silencio.

M: Qué macana, che. ¿Para esto aprendí castellano? Vamos Joe, prendeme la ducha. Estoy deprimida. ¿Quedó asado?

Salen. Quedan los dos jóvenes en el  suelo. Entra la madre desde la oscuridad.

MADRE: (A público.) –Todos los domingos los visito. Siento que yo también envejecí de golpe. Cada domingo sin falta, llueve o truene. Sí se amaban pobrecitos. ¿Quién soy yo para separarlos? Al poco tiempo ella dejó de hablar, de comer… y sí… así no se puede vivir, eso no es vida. Pero bueno, la tristeza es otra forma de amar también, ¿no? Y no aguantó más pobrecita. Una lechuguita era. Así que vengo cada domingo y les charlo un poco. Qué sé yo, de cualquier cosa. Yo ya estoy vieja, no sé. Pero eran tan lindos ellos. Tan jovencitos pobrecitos. Esto también es una historia de amor, ¿eh?… Llevo el mate y me quedo sentada ahí. Cebo, miro el cielo. Si llueve me llevo un paraguas, parezco una loca. No hay domingo que no vaya. Miro las tumbitas, las dos, una al lado de la otra. Se parecen a las islas.

 

 

Leer la obra original de Miguel de Cervantes:

La española inglesa